Minutemen: cultura por y para la clase trabajadora

W Jam Econo - Minutemen

Entre 1980 y 1985 los Minutemen, el trío formado por Mike Watt, D. Boon y George Hurley, fueron uno de las bandas más inclasificables de la escena punk underground californiana. En el libro “Our Band Could be your Life”, Michael Azerrad habla así del modo en el que la banda concebía su forma de vivir el rock&roll.

    Con líneas inspiradoras como “vivo el sudor pero sueño con años luz” los Minutemen sentían que su música estaba hecha por, para y sobre gente trabajadora. “Lo primero es dar confianza a los trabajadores”, dijo Watt. “esto es lo que intentamos hacer con nuestras canciones. No se trata de enseñarles “el camino” sino de decir “Míranos, somos chicos trabajadores y también escribimos canciones y tocamos en un grupo”. No es como si fuera la única cosa que hicieras en tu vida, pero por lo menos hacemos algo que da confianza. Puedes oír una canción que ha escrito el chico que está a tu lado en tu fábrica”.

    La idea del trabajador tuvo bastante peso en Minutemen. Entre 1982 y 1984, Boon publicó un fanzine titulado ‘Prole’, que duró seis números. Boon escribió artículos políticos e historietas, y Watt hizo reseñas de discos. Y en noches especiales Boon programaba bandas del underground local en un teatro para 300 espectadores en San Pedro, y le cambiaba el nombre de Star Theater por el de Union Theater. Los conciertos empezaban temprano para que la gente trabajadora pudiera volver a casa a una hora razonable. “D. Boon creía que los trabajadores debían tener cultura en su vida –música y arte- y no tenerla te hacía adoptar un falso estilo de vida del rock&roll”, dice Watt.

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Una de fantasmas: hauntology

Aprovechando estas fechas tan señaladas toca hablar sobre la así llamada hauntology, el único tipo de música que se me ocurre cuya etiqueta hace referencia a los fantasmas (el término viene del inglés haunt, que significa encantar o hechizar). No tengo noticia de que haya un vocablo castellano para referirse a este concepto, así que mantengo el original inglés. Sigue leyendo

La nostalgia del aburrimiento

Hace un rato sentí una extraña punzada de nostalgia por el aburrimiento, esa especie de vacío absoluto tan familiar cuando era adolescente, o universitario, o solicitante del subsidio por desempleo con veintipocos años. Esos grandes pozos que vaciaban el tiempo sin que absolutamente nada pudiera llenarlos terminaban por llevarme a una sensación de tedio tan intenso que llegaba a ser casi espiritual. Esto era en la era pre-digital (antes de los CD’s, los ordenadores personales, mucho antes de internet), cuando en el Reino Unido existían solo tres o cuatro canales de televisión y en la mayoría no había nada que quisieras ver; solo un par de emisoras de radio más o menos tolerables; ninguna tienda donde comprar videos ni DVD’s; sin email, sin blogs, sin webzines, sin social media. Para aliviar el aburrimiento dependías de libros, revistas, discos, y todos estaban limitados a lo que pudieras gastar. También podías recurrir a hacer diabluras, o a las drogas, o a la creatividad. Era una economía cultural de escasez y demora. Como fan de la música, esperabas a que las cosas fueran publicadas o emitidas. Un álbum, los nuevos números de los semanarios musicales, el programa de John Peel a las diez en punto, Top of the Pops los jueves. Había largos vacíos que avivaban la espera, y si llegado el momento se daba el caso de que te perdías el programa, el show de Peel o el concierto, este se había ido para siempre.

El aburrimiento es diferente hoy. Consiste en supersaturación, distracción, falta de descanso. A menudo estoy aburrido pero no por falta de opciones: tengo un millar de canales de televisión, la abundancia de Netflix, incontables emisoras de radio en la red, innumerables discos por escuchar, DVD’s por ver y libros por leer, la especie de laberinto que es el anarco-archivo de Youtube. El aburrimiento de hoy no está hambriento, no es una respuesta a la privación; es una pérdida de apetito cultural en respuesta al exceso de llamadas a que prestes tu atención y tu tiempo.

Retromania. Simon Reynolds.

Estos párrafos que acabo de traducir aparecen en “Retromania: Pop Culture’s Addiction to Its Own Past”, un más que interesante libro que estoy leyendo estos días y del que seguramente escriba una reseña más extensa dentro de un par de semanas.

El texto habla por sí mismo. Todo va demasiado rápido y la oferta de información es excesiva. Me asusta pensar que vivo en un mundo en el que los minutos que me ha llevado traducir estas líneas son tiempo derrochado, durante el que me he permitido el lujo de dejar de escuchar dos o tres canciones. Que estos párrafos contienen más palabras y más información que la que ni google ni ningún internauta están dispuestos a asimilar. Y que yo mismo he de postear estos dos párrafos si quiero estar seguro de que dentro de siete días los voy a recordar como algo diferente de los otros miles de párrafos que leeré a lo largo de esta semana.