Donde dije digo, digo Diego. Hace un mes escribí que no iba a recomendar libros ni comics durante el confinamiento. Bueno, pues he cambiado de criterio: hoy vengo a hablar sobre Oda a Kirihito,Ventiladores Clyde,El hombre sin talento y¿Así es como me ves?
Parece que cada vez queda menos tiempo para que se puedan visitar de nuevo librerías y bibliotecas, así que si a alguno le pica la curiosidad pronto podrá hacerse con alguno de ellos. Por cierto, los cuatro son comics bastante conocidos así que lo normal es que se puedan conseguir en cualquier tienda. No seáis chungos, no os tiréis como locos a hacer pedidos en Amazon. Ahora más que nunca, haced el favor de apoyar a vuestros libreros de confianza.
Hay días en los que parece que algunas fuerzas cósmicas se ponen de acuerdo para que no pares de descubrir cosas que sientes que son excepcionales. Ayer para mí fue uno de ellos: disfruté por primera vez de Tragedia Española, el primer LP de Confeti de Odio, y de la serie The Midnight Gospel. Un disco y una serie que en circunstancias normales ya me habrían parecido maravillosas, pero que en medio del tostón vital del confinamiento sencillamente me han hecho un poco feliz.
“Ahora más que nunca, estar bien informado es vital”. Desde que empezó la temporada de encierro he escuchado por todas partes consignas de este tipo. De hecho, parece que los responsables de algunos medios han pensado que estar sobreinformado es vital, ya que hace semanas que los espacios informativos ocupan la oferta de comunicación. Nunca se había visto tanto esfuerzo durante tantos días seguidos dedicado a la cobertura de la actualidad. Da igual el medio: en internet, en radio, en televisión o en papel, parece que ya no merece la pena hablar de asuntos que no guarden relación con el Covid-19. La saturación informativa es brutal, y eso que apenas hay novedades que contar. Así, se ha llegado a un punto en que la mayor parte de lo que se emite es contenido rancio, que está blando y sabe a pocho, y más vale consumirlo en pequeñas dosis, porque puede dar lugar a indigestiones severas.
¿Llevas un mes encerrado en casa y ya no sabes qué hacer con tu vida? Bueno, pues ya decían Hidrogenesse que hay miles de cosas en el mundo que son mucho peor. Por ejemplo, los anacoretas. Eran personas que a lo largo de los últimos siglos de la edad antigua se pasaban años y años apartados del resto de la gente, dedicados a buscar a dios o a algo que se le pareciera. Y como este tipo de gente siempre me ha caído en gracia, aprovecho para dedicarles un post.
El desarrollo de internet se ha producido de forma rápida y silenciosa. Buena parte de los que han contribuido a darle la forma, desde mediados del siglo XX hasta nuestros días, han trabajado de manera muy opaca. Por ello, para la mayoría de sus usuarios, el funcionamiento de Internet continúa siendo una incógnita. Simplemente es algo que está ahí, y se manifiesta como una interfaz de aspecto cuqui, confortable y seguro, dentro del cual parece que siempre están a punto de suceder cosas importantísimas. Con solo encender una pantalla tenemos acceso a colecciones infinitas de música o películas a un coste irrisorio, a ligar sin necesidad de dar la cara o incluso a encabezar movimientos políticos sin levantarse del sofá. Una vez que uno se encuentra en medio de esta vorágine de emociones de baja intensidad es fácil quedar aturdido e ir perdiendo el sentido de la orientación. A partir de ese momento, lo mejor es relajarse y dejarse llevar durante la infinitud de ratos muertos que el universo offline nos brinda al cabo del día.
El enemigo conoce el sistema: Manipulación de ideas, personas e influencias después de la economía de la atención (Ed. Debate, 2019) parte de una premisa: cuando nos conectamos a internet, rara vez somos conscientes del peaje que estamos pagando a cambio de un catálogo inabarcable de servicios. Porque, para Marta Peirano, el rol que se ha reservado al común de los usuarios es algo entre ser rehenes de grandes corporaciones borrachas de capitalismo salvaje y conejillos de indias en manos de psicólogos y sociólogos demenciados.
Y todo esto es lo que el libro trata de exponer de manera mínimamente organizada.