Empezamos mal. Hace solo tres días que anuncié que el blog de Spam de Autor volvía funcionar y ya he mandado a la papelera un par de posts prácticamente listos para publicar. La actualidad se mueve a un ritmo extraño, a cada instante sucede algo que me pilla con el pie cambiado -supongo que como a prácticamente todo el mundo-, e ideas que en mi cabeza tienen un aspecto deslumbrante se marchitan en cuanto toman contacto con la realidad.
Cuando hay tiempo libre de sobra, el talento vuela alto y libre. Creo que que esto queda claro con solo echar un vistazo a la ingente cantidad de contenidos que todo el mundo -yo incluido- ha empezado a compartir desde el fin de semana pasado. Aunque, por desgracia, la mayoría de estas genialidades no le importan a nadie una puta mierda.
El fin de semana pasado me puse a preparar una serie de posts sobre algunos festivales de la temporada 2020. ¿Pero a quién le pueden interesar cosas sobre conciertos que ya están cancelados? También empecé a escribir un repaso a varios grandes cómics que he leído últimamente. Pero, si no hay librerías ni bibliotecas donde hacerse con ellos, ¿qué utilidad va a tener lo que yo escriba?
(Sí, ya sé que se pueden hacer pedidos de libros y otras muchas chorradas a domicilio. Pero no me parece correcto sobrecargar los servicios de reparto en estos momentos, cuando deberían encontrarse listos para atender necesidades básicas y urgentes. Por ello, tampoco voy a animar a otros a que sí lo hagan).
Muchos de los que no pueden salir de su casa tratan de mantener rutinas propias de la vida anterior al confinamiento. Pienso que se trata de una buena opción para conservar una cierta disciplina mental y así mantener la cabeza centrada el mayor tiempo posible. Y actualizar el blog de forma regular me parece una buena forma de continuar con hábitos que tenía antes del confinamiento.
Pero, ahora que el mundo ha cambiado por completo, ¿tiene sentido continuar hablando sobre los mismos temas que antes? En el caso de los posts que he rechazado, me da la impresión de que no lo tenía. Siento que no valía la pena dejar de prestar atención a las cosas que están sucediendo para centrarme en dar vueltas y más vueltas a una imagen congelada de cómo se veía el mundo hace unas pocas semanas.
Tampoco encuentro del todo raro ni malo hacer cosas que no acaban de encajar en el instante en que están sucediendo. Solo que, tarde o temprano, la audiencia tiende a perder el interés por cosas que entiende que no tienen mucho que ver con su existencia.
En los últimos años el mundo de la comunicación ha cambiado de manera radical. Ya se sabe: internet, la tecnología digital, los dispositivos móviles… la forma en que hoy se generan las noticias no tiene nada que ver con lo que sucedía hace 15, 10 o 5 años. Y la manera en que la mayor parte de la audiencia consume la información también es completamente nueva. Pero, sin embargo, continúan existiendo comunicadores (y también una parte del público) que se resisten a admitirlo.
Si me centro en la prensa musical, veo que se vienen dedicando esfuerzos ingentes en mantener atavismos periodísticos que encuentro cada vez menos útiles. Por ejemplo, en 2020, ¿qué sentido tiene publicar largas crónicas de conciertos (a menudo redactadas a todo correr para que lleguen a publicarse en la mañana siguiente del evento), si una serie de stories de Instagram puede ofrecer una síntesis más nítida del evento? Por otro lado, en un mundo en que la información se transmite de manera instantánea, ¿qué interés tiene publicar la crónica de un concierto semanas después de que haya finalizado? En la época en que consume música principalmente a través de las playlists en plataformas de streaming, ¿para qué perder el tiempo comentar las “listas de ventas de álbumes”? Ahora que la mayoría de las novedades están al alcance de cualquier mano casi desde que el master sale del estudio, ¿qué relevancia tiene una reseña urgente de un disco, si va dirigida a un público que ya cuenta con recursos suficientes como para formarse su propio juicio sobre él?
Para estas cuatro preguntas, la respuesta es la misma: prácticamente ninguno.
Pero no todo el mundo cuenta con la misma voluntad o la misma capacidad para adaptarse a las nuevas situaciones.
Aunque, de todos modos, tampoco tengo claro que tenga ningún sentido escribir posts mastodónticos como este. Pero cada vez que me siento a escribir sólo me salen parrafadas extenuantes. Què hi farem…
Desde que empezó el confinamiento, el número de personas que utilizan las redes sociales para compartir la magia de su talento no ha parado de crecer. A lo largo de la última semana Internet se ha convertido en un macrofestival con infinitos escenarios en los que infinitos streamings se han venido solapando durante las 24 horas del día. Actuaciones musicales, tutoriales sobre cualquier tipo de temas, recitales literarios, comunicados personales o mircromítines, visitas guiadas virtuales por todo tipo de lugares… la oferta es inabarcable.
¿Y qué interés tienen estas cosas? En la mayor parte de los casos, tirando a escaso. La mayoría de las actuaciones están grabadas con medios precarios. Y, en ocasiones, la capacidad artística de los ejecutantes también es más que precaria. Sin público presencial, por mucha ilusión que se ponga, el resultado queda un tanto desangelado. Sesiones de djs a puerta cerrada, conciertos en los que el músico está mirando a una pared, ponencias ante un auditorio compuesto por sillas de comedor vacías… Y todo servido con píxeles bien gordos, aliñados con glitches, fallos del buffer y caídas de la conexión. Lo llaman espectáculos domésticos, cuando más bien son ensayos delante de una cámara.
Ojo, que no todo es horroroso. Hay actuaciones que me han flipado. Por ejemplo, el concierto de Rebe en el Cuarentena Fest. Pero es que ella es la reina de la ultra baja resolución. Va muy por delante de todos los demás. Soy bastante fan suyo.
Como decía el otro día Nando Cruz, crear y compartir cosas es algo sano, y la generosidad es un gesto de agradecer. Llevamos nueve días encerrados en nuestras casas y aún hay ilusión. Se nota que la gente tiene energías para hacer de todo, por cutre que sea. Y, por el bien de todos, espero que internet siga llenándose de movidas que me interesan tan sumamente poco. Porque pienso que muchos de estos contenidos nacen de la necesidad que muchos tenemos de entretenernos y de sentir que fuera de nuestra casa quedan una o dos docenas de personas que todavía se acuerdan de que todavía existimos.
Pero queda mucho por delante. Nadie sabe cuánto tiempo más durará este encierro. A medida que pasen los días supongo que irán surgiendo nuevas formas de hacer cosas y difundirlas a través del aislamiento, y que serán más guays que las que hemos visto hasta ahora. O al menos mejor a adaptadas al aislamiento y a la precariedad en que nos encontramos.
O, quién sabe, quizás lo de esta semana ya es un avance del futuro.
Pues no estoy demasiado de acuerdo. En descartar el post de los festivales, sí, desde luego. Enumero mis discrepancias:
– Post de los cómics: pero te has vuelto loco?. Resúbelo. No por ver una reseña de un libro, un cómic o una peli interesante corremos a buscarlo. En ocasiones, muchas, lo apuntamos y lo vemos (leemos, escuchamos) mucho tiempo después cuando el ansia ha madurado a fuego lento.
– Crónica de conciertos: IG está muy bien por la inmediatez y para ver la horrenda pericia del personal (yo incluído) encuadrando pero no capta algo muy importante: las sensaciones y/o sentimientos que despiertan. Aunque claro, para que esto se refleje en una crónica se ha de haber ido al concierto y conocer mínimamente al grupo. Recuerdo las churro crónicas de festivales (media línea por grupo y encima solo se dicen obviedades).
– Saturación de contenidos autoproducidos en IG y otros; ahí lo tengo muy claro. Es tan fácil como no verlo. El Cuarentena Fest me parece una idea genial (denotando mi claro perfil indie poniendo este como ejemplo, podría poner otro en que saliesen Elefantes, por ejemplo) aunque como mucho voy a ver 3-4. En mi caso el crush es Confeti de Odio, que disfruté muchísimo (nótese mi desesperada subida al carro de la modernez utilizando expresiones milennials). Poco más veré. Bueno, ahora que lo pienso me he tragado a El Dofí Malalt y a Superjurlis, pero eso ya son devociones propias.
– Nos han regalado unas semanas vacias de contenido (unos más libres, otros teletrabajando) pues aprovechémoslas; hagamos posts, conciertos, yoga, papiroflexia, veamos series, pelis, adoremos al Dios Onán, envidiemos (como siempre, vamos), critiquemos (deporte nacional), coño, hagamos deporte (tengo algún amigo que saldrá de aquí como atleta olímpico -bueno, tampoco se harán los JJOO-), cocinemos, ….. Al final, hemos de pasar el tiempo pues divirtámonos.
Abrazo fuerte a distancia
-Sobre el post de los cómics, el borrador sigue ahí, quizás lo retome otro día. Pero seguro que no verá la luz antes de que haga algunos cambios profundos en el texto. Seguro que como lector me daría algo de grima encontrarme hoy con algunas de las cosas que escribí hace diez días.
-El otro día en el informativo de TV3 pasaron imágenes del concierto de Confeti de Odio en el Cuarentena Fest. No sé si lo viste, la verdad es que a mí me hizo mucha ilusión.
-Que sepas que estos días estoy aprovechando para escuchar en ivoox programas de Mineral que se me habían ido pasando. Me dan bastante vida durante las sesiones exhaustivas de limpieza del hogar. ¡Muchas gracias por todo!
¡Otro fuerte abrazo!
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