A vueltas con “New Day Rising”

Cada mes en Noche de Rock se selecciona un disco clásico al que se le dedica un espacio en su programa de radio y una reseña especial en su web. En su momento ya colaboré con esta sección cuando reseñé “The Velvet Underground & Nico”, y ahora que me han ofrecido repetir me he tirado a por el “New Day Rising” de Hüsker Dü.

¿Motivos por los que he escogido este álbum? Casi todos. Es un disco que me encanta; de hecho he hablado varias veces de él en el blog, incluso en algún post muy malo del que no pienso poner aquí un enlace. Hace apenas unas semanas se cumplió el 30 aniversario de su publicación, y pensé que se merecía un buen recordatorio. Por otro lado, me parece uno de los mejores para introducirse en la discografía del grupo: supone un punto de inflexión en su sonido, que aquí no es tan cafre como en el doble “Zen Arcade” (1984) ni tan power pop como en “Candy Apple Grey” (1986) o en “Warehouse: Songs and Stories” (1987). En esta categoría de “disco bisagra” queda empatado con “Flip Your Wig” (1985), y ahí ya busqué el desempate en las canciones concretas: “Flip Your Wig” trae una de mis muy favoritas del grupo, que es “Green Eyes”, mientras “New Day Rising” trae dos de las preferidas, “The Girl Who Lives on the Heaven Hill”. Así que, aunque sea por la mínima, “New Day Rising” también gana en este aspecto.

Y de momento no tengo mucho más que añadir que no haya dejado escrito en la reseña de Noche de Rock. Ahí dejo otra vez enlace.

Minutemen: cultura por y para la clase trabajadora

W Jam Econo - Minutemen

Entre 1980 y 1985 los Minutemen, el trío formado por Mike Watt, D. Boon y George Hurley, fueron uno de las bandas más inclasificables de la escena punk underground californiana. En el libro “Our Band Could be your Life”, Michael Azerrad habla así del modo en el que la banda concebía su forma de vivir el rock&roll.

    Con líneas inspiradoras como “vivo el sudor pero sueño con años luz” los Minutemen sentían que su música estaba hecha por, para y sobre gente trabajadora. “Lo primero es dar confianza a los trabajadores”, dijo Watt. “esto es lo que intentamos hacer con nuestras canciones. No se trata de enseñarles “el camino” sino de decir “Míranos, somos chicos trabajadores y también escribimos canciones y tocamos en un grupo”. No es como si fuera la única cosa que hicieras en tu vida, pero por lo menos hacemos algo que da confianza. Puedes oír una canción que ha escrito el chico que está a tu lado en tu fábrica”.

    La idea del trabajador tuvo bastante peso en Minutemen. Entre 1982 y 1984, Boon publicó un fanzine titulado ‘Prole’, que duró seis números. Boon escribió artículos políticos e historietas, y Watt hizo reseñas de discos. Y en noches especiales Boon programaba bandas del underground local en un teatro para 300 espectadores en San Pedro, y le cambiaba el nombre de Star Theater por el de Union Theater. Los conciertos empezaban temprano para que la gente trabajadora pudiera volver a casa a una hora razonable. “D. Boon creía que los trabajadores debían tener cultura en su vida –música y arte- y no tenerla te hacía adoptar un falso estilo de vida del rock&roll”, dice Watt.

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Lo mejor del año: la escena independiente norteamericana de los primeros 80

Descendents

Llegadas las últimas semanas de diciembre, parece que uno no es nadie si no repasa lo que más le ha gustado del año que termina, así que no me queda otra opción que escribir unos pocos posts dedicados a algunas de aquellas cosas que han acaparado mi atención durante estos últimos doce meses.

Y una de ellas ha sido el indi americano de los primeros años de la década de los ochenta. Durante este 2012 he visto en directo a Adolescents, a Descendents, a Dead Kennedys, a Jello Biafra y a Meat Puppets. Y si nos estiramos, también Swans entrarían en esa quinta. Solo me ha faltado haber podido acercarme a ver a los Zeros para hacer un pleno. En cuanto a libros, he leído “Tenemos la bomba de neutrones” de Mark Spitz y Brendan Mullen, dedicado a los inicios de la escena punk de Los Ángeles, y también el magnífico “Our Band Could Be Your Life” de Michael Azerrad sobre la escena independiente de los Estados Unidos durante la década de los ochenta. Si reviso lo que he escuchado según las estadísticas siempre inexactas de last.fm, en las primeras posiciones encuentro discos como “I Don’t Wanna Grow Up”, “Milo Goes to College” o “All” de Descendents, “Frankenchrist” de Dead Kennedys o la compilación “Post-Mersh, Vol. 1” de Minutemen. E incluso cinco de los posts que he publicado en este blog hablaban de forma directa o indirecta sobre esta generación de bandas.

En un año en el que las Reagonomics han vuelto con más fuerza que nunca creo que es un ejercicio saludable recordar de qué manera reaccionó parte de la música contra aquella primera ola de neoliberalismo. En los primeros años de los ochenta se vivió la aparición de una red de apoyo mutuo que a lo largo y ancho de los Estados Unidos unió grupos, salas, fanzines y aficionados dentro de una gran escena, en la que el compromiso artístico estaba ligado de forma muy estrecha a una ética de trabajo basada en la autogestión y en una actitud de coherencia y honestidad. Se podría decir que la escena underground vivió un proceso de empoderamiento, por el cual su protagonismo como actores que se movían por un circuito totalmente independiente de la gran industria del entretenimiento.

Y, qué leches, escuchar una música cargada con tanta energía siempre ayuda a que uno se siga sintiendo como un eterno adolescente.

Discos de verano: Hüsker Dü – New Day Rising

New Day Rising

Para muchos de mi generación (no sabría decir si también para los de otras generaciones) el hardcore punk viene asociado a la imagen de adolescentes en bermudas bajo el sol. Supongo que esta idea provenga de la eclosión de grupos de hardcore melódico de los noventa, cuyo foco más potente estuvo en California. Y el que ya existiera una sólida tradición punk en la costa oeste desde la década anterior supongo que también haya tenido algo que ver. El caso es que buena parte del hardcore norteamericano ha nacido en lugares bastante alejados del tópico playero, y Hüsker Dü sería uno de ellos. Venían de Boston, ciudad al norte de la costa Este con un clima mucho más gris que el de California. Su música (esa batería spídica, ese molesto zumbido de guitarras que parecen sierras mecánicas que cortan chapas de aluminio) es más agresiva y a la vez más reflexiva que la propuesta festiva y colorista a la que se suele asociar el estereotipo de las bandas de la costa del pacífico. Sigue leyendo