El pasado 14 de abril, tras un altercado con la policía de Denver, Neil M. Hagertyfue denunciado por atentado a la autoridad. A partir de ese momento se abrió una campaña de Crowdfunding para costear su defensa legal y un tratamiento para los problemas psiquiátricos que arrastra (que en este momento no está operativa, así que espero que se haya cubierto el objetivo). La noticia apenas ha tenido eco en la prensa española: Hagerty no es ninguna celebridad, y de hecho siempre se ha afanado en espantar su buena imagen. Pero yo llevo décadas flipando con la música que ha creado este hombre, tanto en sus discos en solitario como en los que grabó con Pussy Galore o Royal Trux. Así que, Neil, espero que todo esto acabe lo mejor posible, y por ello te dedico este post.
Durante los últimos años del siglo XX, la ciudad de Nueva York quedó excluída del mapa mundial del Rock que importa. La escena punk que se formó en torno al CBGB era solo un recuerdo cada vez más lejano, y después de eso no había surgido ninguna otra escena que mereciera tal nombre (si no se tienen en cuenta estilos como el hardcore o el hip hop, claro). Sin embargo, en el año 2001 la cosa se dio la vuelta. El súbito éxito planetario de The Strokes y de un puñado más de bandas puso de nuevo la ciudad en el foco de atención internacional. Bien, pues Lizzy Goodman ha entrevistado de forma exhaustiva a algunos de los protagonistas de todo aquello y a partir de esas conversaciones ha dado forma a Nos vemos en el baño (Meet Me in the Bathroom): Renacimiento y rock and roll en Nueva York, 2001-2011, de Lizzy Goldman (Editorial Neo Person, 2018), un repaso coral a las entretelas de esta historia al que no le he encontrado especial gracia.