- Lincoln
Por lo menos desde los tiempos de “El nacimiento de una nación” (D.W. Griffith, 1915) hay una parte del público que está interesada en ver en la gran pantalla recreaciones de vidas de personajes ilustres o episodios históricos célebres. Para muchos, las películas basadas en hechos reales tienen algo de reto, ya que, más que en cualquier otro género, deben demostrar su capacidad de ofrecer una imitación a la vida lo más fiel posible al original. A lo largo del siglo XX el lenguaje del cine permitía hacer esa imitación como ningún otro; además, estas dramatizaciones de momentos clave del pasado son una buena excusa para sacar a relucir escenarios y ropajes suntuosos, que siempre consiguen que una película tenga mejor cara, al menos para algunos. Pero el reciente auge del cine documental le ha robado protagonismo al cine histórico, y este, en vez de plantear nuevas vías que reafirmen su valor, ha optado por replegarse en posiciones estéticamente conservadoras: repetición de un número cerrado de esquemas narrativos esqueléticos y recurrentes que quedan eclipsados por un reparto plagado de estrellas de relumbrón y un costosísimo diseño de producción.
Total, que a día de hoy los géneros biográfico e histórico se han quedado en una cosa un poco desangelada, sin mucho que contar y perdidos a medio camino entre el cine pijo y el cine para listos. Sigue leyendo