“Pintaba en todos los lugares a donde iba. Todavía lo hago, pero no tanto. No lo haces por las chicas; no parece que se den cuenta. Lo haces por ti mismo. No vas detrás de que te hagan presidente, ni nada de eso”. (Taki, pág. 193)
Acabo de terminar este libro de Craig Castleman sobre el grafiti en Nueva York durante la década de los setenta del siglo pasado, y creo que merece la pena que le dedique un post, y así también aprovecho para cambiar de tema, que ya está bien de tanto hablar sobre música. Sigue leyendo →
Hace unos meses Espasa publicó “Yo, Cayetana”, biografía de Cayetana Fitz-James Stuart, la actual Duquesa de Alba. Lo cierto es que no le había prestado especial atención hasta que me topé con él esta mañana en la librería más cercana a mi casa y me he dado cuenta del más que evidente parecido que existe entre la ilustración de esta portada y la de la cubierta de “The Man Who Sold the World” de David Bowie, que años más tarde se haría llamar el Duque Blanco. ¿Inquietante?
Este monólogo del añorado Eugenio ocupa la pista que abre “Supone Fonollosa” (1995), el segundo disco que Albert Pla publicó en castellano. Tras el bombazo que había supuesto la salida de “No solo de rumba vive el hombre” (1992) el catalán preparó un nuevo album, pero la compañía BMG retuvo su salida al considerar que su contenido podría dar lugar a controversias políticas. Para evitar que la espera enfriara los ánimos de la audiencia Pla decidió publicar la adaptación de una serie de poemas firmados por José María Fonollosa. El resultado, este “Supone Fonollosa”, fue un LP francamente excepcional, que junto a “No solo de rumba…” y a “Veintegenarios en Alburquerque” (1997) –el disco de la polémica, que finalmente vio la luz con un par de años de retraso- conforma la época que al que escribe estas líneas más le gusta de Albert Pla. Y es que, aunque a día de hoy Pla sea un animal escénico que centra su propuesta en el teatro, hubo un tiempo en el que fue capaz de forjarse una personalidad musical singular y poderosa, como un inesperado cruce entre Lou Reed y Peret.
El asunto es que con este post queda inaugurado este blog. Me gustaría que se convirtiera en un lugar desde el que hacer ejercicio de metacrítica, de análisis de las herramientas y métodos que se emplean a la hora de interpretar objetos culturales, pero no sé si tendré suficientes cosas interesantes que contar sobre este tema así que es bastante probable que se cuelen reseñas sobre asuntos que me llamen la atención (que supongo que vayan a estar relacionadas con música, comics, libros y películas, que es en lo que más ocupo mi tiempo) y que termine por hacer un refrito de artículos míos que andan dispersos por la red. Vale, no voy a intentar a engañar a nadie: es más que probable que esto termine por convertirse en otro más de los miles de blogs creados para mayor gloria del ego de su creador. Uno de tantos que hacen de internet una cosa aburrida, que abruma al lector que no encuentra en su pantalla más que posts cuyo interés no es mayor que el de cualquiera de los cientos de correos que cada día van directos a mi carpeta de spam. Está claro, con este blog voy camino de convertirme en un nuevo generador de basura telemática. Pero esta es mi basura, y a mí me huele muy bien.