La imagen animada: una historia imprescindible. Por María Lorenzo Hernández

LA IMAGEN ANIMADA

No existen apenas monografías en castellano que aborden la historia general de la animación (como ya comenté en el post sobre “La imaginación tangible”), y este “La imagen animada: una historia imprescindible” (Diábolo ediciones, 2021) de María Lorenzo Hernández es uno de esos poquísimos ejemplos. Se trata de un volumen precioso, con 300 y pico páginas repletas de ilustraciones que hacen de él un bonito libro para hojear como obra de mesa de café. Pero en sus textos presenta un más que interesante repaso desde un punto de vista académico a las infinitas manifestaciones que ha mostrado la animación a lo largo del siglo XX. Y a continuación paso a comentarlo un poquito.  


La imagen animada” arranca con los primeros ingenios que a finales del siglo XIX trataron de insuflar alma a imágenes inmóviles, y se cierra con la revolución digital que desencadenó Pixar en los años finales del siglo pasado. El intervalo entre uno y otro punto se presenta no como una línea temporal recta, regular y contínua, sino como una constelación de artistas, artesanos o estudios de lo más diverso que pusieron en pie filmografías cuyo éxito en ocasiones no trascendió al nivel local, pero que probaron nuevas maneras de expresión visual, e introdujeron temáticas inéditas y origniales maneras de narrar.  

Aprovecho para comentar que el apartado de ausencias aparece repleto de nombres cuando menos notables. Por ejemplo, en este libro no se menciona la producción española, apenas se comenta el anime japonés fuera de Osamu Tezuka (o sea que ni se menciona Dragon Ball ni Akira ni Ghost in the Shell), y solo se habla de manera tangencial sobre los taquillazos de animación tradicional que Disney estrenó en la década de los noventa. Supongo que la autora no ha querido hacer de menos estos nombres, pero entiendo que sí que ha querido evitar que “La imagen animada” se convierta en un repaso historicista, construido a partir de las obras de animación más populares a día de hoy, que son las que están disponibles en los catálogos de las grandes plataformas de streaming.

El videoclip-cortometraje que el estudio británico Halas & Batchelor realizó en 1979 para el Autobahn de Kraftwerk.

Por contra, casi la mitad del libro repasa algo así como un corpus de incunables de la animación: un vasto conjunto de películas creadas en las primeras décadas del siglo XX, olvidadas para el gran público y carentes a día de hoy de distribución comercial (o en todo caso solo disponibles en Youtube con calidad deficiente)… pero en las que se experimentaron técnicas (rotoscopios, acetatos, stop motion…) que más adelante pasarían a utilizarse de forma masiva.

Así es como la autora pone de manifiesto que, en la producción previa a la llegada del cine sonoro, o en los estrechos contactos que mantuvieron a principios del siglo XX la animación y las vanguardias artísticas y la animación, se aprecia un nivel altísimo de madurez creativa. Tomar conciencia de esto parece indispensable para poner en contexto y valorar de forma adecuada lo que se ha realizado con posterioridad.

An Optical Poem de Oskar Fischinger

Por otro lado, el libro dedica especial atención a glosar formatos “marginales”: (spots publicitarios, películas experimentales orientadas a los circuitos de arte y ensayo, obras de propaganda política, videoclips musicales…), y también cinematografías atípicas (las de los países de la vieja Europa del Este, Latinoamérica o China). Esto permite hacerse a la idea de la vastedad de la historia de la animación cuando no se limita a los estrechos márgenes de la distribución comercial del siglo XXI.

Porque un repaso a la historia de la animación no tiene sentido si no se detiene a analizar, por ejemplo, las aportaciones a la abstracción de Oskar Fischinger, el virtuosismo de la animación de sombras por Lotte Reiniger, las posibilidades expresivas del Pinscreen de Alexandre Alexeieff. El stop motion con cáscaras de insectos muertos de Ladislaw Starewicz, los monstruos de Ray Harryhausen, gigantes de la animación checa como Jiøí Trnka, Karel Zeman o Jan Švankmajer o los Vampiros en La Habana de Juan Padrón.

Y “La imagen animada” repasa todo esto, y lo hace estupendamente. Además, como ya comenté en el encabezamiento, estos textos aparecen acompañados de abundante documentación gráfica que, además de hacer que el libro luzca muy bonito, permite hacerse a la idea del aspecto que tenían muchas de las obras comentadas, que ya digo que de otra manera resultan prácticamente inencontrables. Vamos, que estoy bastante contento de tenerlo en mi estantería. 

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