Hace dos meses redacté un borrador con comentarios sobre cosas que me habían mantenido ocupado ocupado durante el confinamiento. Me senté a escribirlo justo cuando pensaba que iba a arrancar la presunta vuelta a la normalidad, y mi intención entonces era que saliera publicado un par de días más tarde. Por desgracia, los meses de mayo y junio trajeron una avalancha de trabajo que me dejó sin tiempo para tonterías, así que el texto quedó aparcado en la memoria de mi ordenador.
El caso es que mientras preparaba el post del otro día me topé con ese borrador. Y, madre mía, lo estoy releyendo y parece como si hubieran pasado años desde que lo escribí. Todo aquello me resulta ya completamente ajeno. De hecho, ayer comenzó la desescalada de mi segundo período de confinamiento, y esta vez me resultaría imposible escribir un texto así, porque en las últimas semanas apenas he logrado hacer nada digno de recordar. Es como si toda mi paciencia para sobrevivir sin una vida social sana se hubiera agotado entonces.
Así que para despedir este segundo confinamiento hoy recupero aquellas memorias del primer encierro. Qué tiempos estos tan extraños, en los que uno acaba por sentir nostalgia hasta de tiempos en los que no se vivió ninguna cosa digna de ser recordada.
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