Elitismos musicales (I)

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Últimamente oigo con bastante frecuencia el latiguillo “Odio eterno al fútbol moderno”, que expresa el descontento con los cambios que el mundo del balompié ha vivido en las dos últimas décadas. El proceso de hipermercantilización del deporte rey ha erosionado el deporte rey no solo en sus aspectos económicos, sino que ha provocado efectos colaterales en casi todos sus ámbitos. Uno de ellos es el deterioro del espectáculo, desde el momento en que la meta que persiguen jugadores y equipos ya no es ganar sino hacer de plataforma publicitaria eficaz al servicio de otras marcas comerciales. Otro de ellos es la práctica expulsión de las clases populares de los grandes estadios. Las subidas de precio en los abonos, los cambios en las normativas de seguridad y en la configuración de los propios recintos deportivos o los horarios de juego intempestivos han hecho que ver regularmente los partidos en el campo sea un privilegio inalcanzable para el que ha sido su público más fiel durante más de un siglo.
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