Envases de cine

En los últimos meses las salas de cine españolas han batido varias veces sus récords históricos de peores cifras de recaudación. Sobre los motivos de esta debacle ya se ha hablado largo y tendido: las descargas, la crisis, el IVA… Pero hay otro factor que no se suele mencionar, y que es el que provoca que muchos fines de semana yo no me acerque a un cine aunque tenga muchas ganas de ver alguna película y dinero suficiente en el bolsillo: el aburrimiento que provoca la cartelera.

¿Este aburrimiento es una sensación meramente subjetiva? ¿No será que ya he visto tanto cine que me he vuelto un amargado que estoy de vuelta de todo? Pues puede que haya algo de verdad ahí. Pero más allá de eso, sí que aprecio motivo objetivos para aburrirse con lo que se puede ver en el cine. Vamos por partes.

Ante la caída de la recaudación, en los últimos años las distribuidoras han optado por minimizar riesgos y solo estrenan aquello que creen que les garantiza que no van a perder dinero. Así, se ha reducido de forma importante el número total de películas que llegan a las pantallas de cine, y a su vez estas se han vuelto cada vez más parecidas entre sí.

Como lleva sucediendo desde hace muchas décadas, los grandes estudios de Hollywood cuentan con una posición hegemónica en la cartelera, mientras que el cine del resto del mundo solo aparece de forma residual, incluido el cine español, y eso que las cuotas de pantalla que impone la ley protegen su presencia. Y dentro del propio cine USA también se ha resentido la variedad de cintas que llegan a la cartelera. Tradicionalmente, las películas se solían clasificar según una serie de géneros clásicos: melodrama, western, comedia, acción, thriller, terror, infantil, y poco más. Si una película tenía mayores pretensiones artísticas se metía en el saco del cine de autor. Y se acabó. La mayoría de esos géneros permanecen vivos en la actualidad (bueno, el western ya no es lo que era, pero los demás siguen ahí), solo que el tipo de películas que engloban se ha vuelto cada vez más homogéneo, con normas cada vez más rígidas, y esquemas cada vez más reiterativos, generalmente adaptados para complacer a un target, para rellenar un nicho del mercado cada vez más cerrado.


A Morgan Freeman le cansa hablar de sus últimos estrenos

Todo es cada vez más parecido, y por ello también más previsible. Si una persona ve un número importante de las películas que se estrenan en salas a lo largo de un año y hace un ejercicio de análisis posiblemente podrá ahorrarse ver películas en una buena temporada, porque va a a partir de ahí va a limitarse a volver a ver lo mismo una y otra vez.

Llega un momento en el que las películas dejan de ser objetos sólidos, con un perfil definido y se convierten en cine a granel, una masa voluble que adopta el aspecto del contenedor sobre el que se vierte. Lo que llega a las salas no parecen películas como tales sino meros envases de colores vistosos que, como los artículos que se apilan en cualquier supermercado, solo captarán la atención del consumidor en la medida en que sean exactamente iguales a todos los demás de esa estantería. Solo que, como ya hemos visto, el interés de los espectadores parece que se va agotando.

Es lo que el público demanda”, dicen. Pero las catastróficas cifras de recaudación y la triste imagen de las salas vacías no parecen respaldar esta afirmación. Por otro lado, el creciente consumo de series de televisión que –a pesar de que en su mayoría también siguen unos patrones bastante reiterativos- se apartan de lo que se ofrece en las salas de cine también hace que se planteen dudas sobre el sentido de este modelo de negocio.


También Tom Waits se aburre en el cine

¿Cuándo empezó a suceder todo esto? No me voy a meter en grandes profundidades, pero supongo que la tendencia se inició a mediados de los setenta en Estados Unidos, con la aparición de estrategias de distribución basadas en blockbusters, esto es, en estrenos masivos que buscan concentrar su rendimiento en taquilla prácticamente solo en su primer fin de semana. Desde entonces la tendencia se fue acentuando hasta asentarse en el siglo XXI, al concentrarse la exhibición en manos de unas pocas grandes cadenas de multicines y al ser cada vez más raro encontrar salas de exhibición que no estén sujetas a las redes de las grandes multinacionales del entretenimiento.

Dos puntualizaciones. La distribución por géneros no es el único factor que ha traído el aburrimiento a las carteleras. El hecho de que el calendario de estrenos siga unas pautas cada vez más rígidas (solo películas infantiles o familiares en verano, las más sesudas para invierno, películas “de oscar” todas en tromba a comienzos del año, que la mayoría de las películas no estén más de tres semanas en cartelera…), en general un tanto arbitrarias, que hacen que al echar un ojo a lo que hay en cartelera siempre me quede la impresión de que quiero ir al cine en la semana equivocada. En cualquier caso, el hambre ha hecho que algunos cines hayan tomado nota y últimamente se pueden ver reestrenos a precio reducido y fuera de su temporada natural de películas estrenadas meses atrás. Y otra puntualización: no todo lo que se ofrece es necesariamente malo. La inmensa mayoría sí que es muy aburrido (también malo), pero dentro del cine comercial no dejan de aparecer ocasionalmente obras más que dignas.

Y ¿cuáles son los géneros de los que voy a hablar? Pues, salvo cambios de última hora, serán estos. El orden es aleatorio.

Aunque antes de ponerme con todo esto quiero pararme a hablar sobre tres grandes modas del cine actual: las franquicias, los remakes y el cine para toda la familia. Pero eso será en futuros posts. Seguid atentos al blog.

3 comentarios en “Envases de cine

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