¿Alguna vez te ha pasado que, ante una escapadita casual a la ciudad de Lleida, no has sido capaz de encontrar información sobre aspectos básicos de la vida cotidiana? Seguramente no, porque la mayoría de la gente no se deja caer por aquí si no tiene un buen motivo para hacerlo. Pero a mí sí que me sucedió. Durante las semanas previas a la primera vez que puse el pie en la ciudad me sentí frustrado, ya que me veía incapaz de conseguir información útil sobre Lleida. Así que, ahora que ya conozco un poco más el terreno, he decidido publicar una serie de posts en los que recopilaré información que, ¡ay!, ojalá alguien me la hubiera explicado cuando tanta falta me hacía.
¡Ojo! Este post y los que le seguirán no son más que una guía de mis movidas, confeccionada sin ningún ánimo enciclopédico. Es posible que penséis que sobran o que faltan cosas, y seguramente sea verdad. Pero tampoco que buscado más que reflejar las cosas tal y como yo las conozco y las percibo.
Por cierto: hace unos meses ya publiqué varias entradas que pueden funcionar como introducción para esta nueva serie. Si no las leíste, échalas un ojo antes de continuar con este.
La Seu Vella. Plantada en lo más alto de la ciudad, la Catedral Vieja es el eje en torno al cual se extiende la acumulación de ladrillo, hormigón y semáforos mal sincronizados que conforma la ciudad de Lleida. De hecho, dentro de la anarquía urbanística que rige la capital de la comarca del Segriá, parece como si la única norma a la hora de edificar haya sido la de hacerlo en sitios desde los que se vea la Seu. Aunque, a pesar de los esfuerzos, a menudo esto tampoco se ha conseguido.
La Seu Vella es un edificio bastante chulo de piedra arenisca, levantado en el siglo XIII a caballo entre el románico y el gótico. Y, dado que el perfil de su imponente torre octogonal da forma al horizonte prácticamente desde cualquier punto de la ciudad, no es de extrañar que su imagen esté presente en la mayoría de las representaciones gráficas de la ciudad.
El escudo de la ciudad. Un rombo con una flor de Lis un poco raquítica y con las cuatro barras al fondo es el emblema institucional de Lleida. Aparece en los edificios oficiales y en las tapas de las alcantarillas.
Lo Marraco es el dragón de la ciudad. Me alucina que muchos lugares de Cataluña tengan su propio dragón, porque no recuerdo que en la mitología de la cornisa cantábrica exista algo parecido.
Los caracoles son una obsesión para los habitantes de Lleida, hasta el punto de hacer las veces de símbolo no oficial de la ciudad. Es imposible contar cuántas representaciones de este molusco terrestre se ven en rótulos de tiendas, murales, camisetas, souvenirs e incluso monumentos. Seguiré hablando sobre el tema más adelante.
Indíbil y Mandoni fueron dos caudillos ilergetes que a finales del siglo III a.C. trataron de contener (sin éxito) la ofensiva romana por el control de la zona. Una estatua en bronce junto a la Paería (el ayuntamiento) recuerda a los dos héroes iberos ataviados como si fueran a entrar una sauna; pero más allá de eso, su presencia en el imaginario de la ciudad es bastante más discreta que la del resto de elementos que acabo de comentar. Aparte de que no cabe comparación entre la magnitud de la leyenda de esta pareja y cualquier episodio de las Guerras Cántabras: mientras que en la historiografía romana las campañas contra los cántabros se presentan como una guerra con entidad propia que se extendió a lo largo de una década, las ofensivas contra los ilergetes no pasan de ser un spin off de la Segunda Guerra Púnica, que se resolvió de forma casi rutinaria para los estándares de brutalidad del ejército romano. Y tampoco me consta que por estas tierras exista un apego popular por las culturas prerromanas comparable al que se encuentra en Cantabria, donde una buena parte de la identidad cultural se conforma a partir de la mitología del cantabrum indoctum iuga ferre nostra.
Soc de l’oest es el himno no oficial de las tierras de Ponent. Suena a todas horas en cualquier parte: lo mismo vale para anunciar el arranque de una fiesta mayor, para ponerlo en el hilo musical del plusfresc (una de las cadenas de supermercados local), para animar el Día de la Música o para avisar por megafonía la hora del cierre de la biblioteca municipal. Lo grabó por primera vez Lo Pardal Roquer en 2007, y desde entonces se han registrado varias versiones del tema. Yo diría que la que más suena es la que publicaron Els Pastorets Rock en 2011.
Celebridades Lleidatanas
Apenas tengo noticia de personalidades leridanas cuya fama haya trascendido más allá del ámbito catalán. Si quitamos algunos deportistas que no me despiertan ningún interés, me quedan el pianista y compositor Enric Granados, el cineasta Jaume Balagueró, la presentadora Eva Nasarre, y Genís Segarra de Astrud e Hidrogenesse.
Lleida en la gran pantalla
Solo he encontrado dos películas ambientadas en la ciudad en la que ahora habito: La fiel infantería (Pedro Lazaga, 1960) y El club de los buenos infieles (Luis Segura, 2017). Peliculones ambos, ¡pardiez!
Gastronomía
Cualquier menú de Lleida incluye recetas que tienen muy poco que ver con lo que he comido de toda la vida en el Norte. No tengo ni idea de si se trata de platos exclusivos de la comarca del Segriá, de toda Cataluña o de más partes del mundo. Pero aquí los veo muy a menudo, y dejo constancia de ello en este post.
Cargols. El caracol de tierra es el elemento fetiche de la cuina lleidatana. No hay un solo menú del día en toda la ciudad que no incluya su plato de cargols; acompañado, eso sí, de un recargo en el precio, porque tampoco se trata de un plato barato. Las recetas más habituales son los cargols a la llauna (a la plancha y acompañados de ali oli) y a la gormanda (cocinados con salsa).
Siempre me ha llamado la atención el furor por los caracoles que se vive en Cantabria, que son el plato estrella de la cena de nochebuena en muchísimos hogares. Pero, visto lo visto, he de reconocer que el fanatismo leridano se encuentra a un nivel muy superior.
Coca de recapte. Se compone de masa de pan con diversos ingredientes por encima; vamos, lo que viene a ser una pizza sin queso. Las variedades más habituales son las de escalibada, de atún, de butifarra y de pescado. A cualquier hora entra bien.
La samfaina es una especie de pisto de berenjena y calabacín acompañado de otras movidas. Se suele preparar como complemento de algún otro plato. Personalmente, me quedo con la tortilla: dado que por estas latitudes es difícil encontrar un bar donde la tortilla de patata se cocine con cariño, suelo matar el sincio con tortilla de samfaina, que les suele quedar mucho más apañada.
El panadó es una especie de empanadilla gorda rellena de espinacas. Soy bastante fan.
Barreja. Para comprender la naturaleza de este plato, hay que tener en cuenta que en Lleida prácticamente no hay pescado. De hecho, a día de hoy no funcionan pescaderías en toda la ciudad: más allá de los puestos en algún mercado que me pilla un tanto a desmano de casa, las opciones para el que quiera cocinar una merluza serán comprarla congelada o resignarse a los horrores que venden en cadenas de supermercados en plan Mercadona. Lo único que se cocina con gracia por estos lares es el bacalao, que para algo es pescado de secano.
Supongo que la escasez de frutos del mar ha estimulado que los ilerdenses hayan buscado curiosas soluciones para calmar sus ansias. Y quizás la más popular sea la barreja (que se traduce al castellano como mezcla), un aperitivo que preside la pizarra de cualquier bar de vermuteo de la ciudad. Su elaboración es sencilla: en un cuenco se vierte el contenido de latas de berberechos, mejillones, sepia y aceitunas en conserva, junto al aceite que les acompaña, y a menudo se añade Salsa Espinaler como aliño. A mí me cuesta encontrar el gusto a este plato, que me recuerda a los desayunos de emergencia que hacía los domingos cuando despertaba en la acampada de un festival. Pero a la gente de aquí les encanta.
Frutas y verduras. La producción agrícola en la provincia de Lleida es inmensa y variada, así que visitar al mercado o a cualquier establecimiento distribuidor de productos de proximidad suele convertirse en una fiesta para los sentidos. De hecho, pienso que si a día de hoy me encargara de redactar crónicas culturales en algún medio de comunicación local, incluiría crónicas a mis visitas de los sábados al mercado de Pardinyes, que suelen convertirse en experiencias intensas y enriquecedoras. De verdad que aquí comparar sandías o nabos puede arrastrarle a uno al borde del éxtasis.
Entre los productos más destacables de esta tierra se me ocurre ahora mencionar:
–El aceite y las olivas de Les Garrigues. Son de calidad superlativa.
–Los Frutos secos. Para algo la sede central de la empresa Borges está también en la comarca de Les Garrigues.
–Manzanas y peras. Me da la impresión de que toda la península come de la fruta que se produce aquí.
–Tomates. Pero tomates de verdad, con mucha carne y mucho sabor.
Pingback: Guía urgente Lleida #2: idiomas, fiestas, Callejeros, periodismo, deporteSpam de autor
Pingback: Guía urgente Lleida #2: idiomas, fiestas, Callejeros, periodismo, deporteSpam de autor
Pingback: Guía urgente de Lleida #4: Música (vol. 2)Spam de autor