En los últimos años la cartelera comercial se ha ido llenando de presencias del pasado, ideas e historias que ya se han visto antes en otros libros, otros cómics u otras películas. Es un fenómeno parecido a todo lo que comenté en los posts sobre Retromania que sucedía en con la música: también el mundo de cine se ha visto atrapado en un estado de eterno retorno. Y hoy toca hablar sobre algunas de las formas en que se manifiesta esto.
En las dos últimas entregas de la saga Star Trek, dos actores distintos interpretan al personaje del Dr. Spock: al joven Zachary Quinto le acompaña un ya anciano Leonard Nimoy que viene del futuro para advertir a la tripulación del Enterprise de los peligros que les acecharán. Pero las vivencias del viejo Spock habrían acontecido en los episodios que se emitieron en televisión los años sesenta y setenta, con lo que su futuro está ya en nuestro pasado. Se trata de un ingenioso giro de guión que deja a la vista la convivencia en el imaginario colectivo de lo actual con lo retro y lo vintage. Lo malo es que a la hora de resolver este dilema espacio-temporal el director J. J. Abrams se pierde en sus propias trampas, pero creo que es una buena metáfora de lo que se encuentra actualmente en la cartelera.
Puede que la manifestación más obvia de todo esto –que no la más abundante- sean los remakes, nuevas versiones de películas estrenadas tiempo atrás. En 2013 se han estrenado las de Evil Dead y La matanza de Texas, y pronto llegará el nuevo Robocop. Mucho más frecuentes son las readaptaciones, nuevas adaptaciones de textos literarios de los que ya existía una versión cinematográfica anterior. En los últimos meses se han visto de El Gran Gatsby, Superman (El hombre de acero), Jack y las habichuelas mágicas (Jack el cazagigantes), Los Miserables, Hansel y Gretel, Oz, un mundo de fantasía, Ana Karenina, Grandes esperanzas, En el Camino, Lobezno Inmortal…
Otra nueva tendencia en las carteleras son los reestrenos a precio reducido. Veo esto como algo positivo ya que es un reconocimiento de que no todo lo que se estrena es material de usar y tirar, sino que tiene vida más allá del primer fin de semana de exhibición. Me interesan especialmente las reposiciones de películas estrenadas unos meses atrás; sin embargo, suelen gozar de mayor popularidad –y a mí me resultan más cansinas- las reposiciones del canon de blockbusters ochenteros reponibles por La Sexta (Regreso al futuro, Los Goonies, Los Cazafantasmas, Gremlins…).
En breve, el 3D actual nos parecerá algo del mesozoico.
Más sangrantes son los reestrenos de clásicos recientes en formato 3D, que ya comenté en el post sobre lo mejor de 2012. Últimamente han pasado por los cines Titanic, El rey León, Buscando a Nemo o La amenaza fantasma, y está anunciado que en las próximas semanas llegará la versión arreglada de Parque Jurásico. Se trata de restauraciones técnicamente chapuceras -esas películas fueron rodadas para ser exhibidas en un formato 2D convencional, con lo que la conversión al 3D es un mero apaño de posproducción- que en vez de deslumbrar consiguen dejar al descubierto lo mal que han envejecido sus efectos digitales. Me recuerdan a la espantosa moda ochentera de colorear películas en blanco y negro, que los productores justificaron con el mismo argumento que estas: es lo que pide el público. Pero en esos estudios de mercado se les suele olvidar que los espectadores son sensibles a las horteradas y a los sacacuartos, y al igual que el cine coloreado cayó pronto en el olvido, los paupérrimos resultados de taquilla de los reestrenos en 3D hacen suponer que pronto hablaremos sobre esta moda en pasado.
En fin, que entre remakes, reposiciones y franquicias, buena parte de la cartelera de cine comercial parece sumida en un bucle endogámico, lleno de autoreferencias pero impermeable a cualquier nuevo concepto que no provenga del mainstream más conservador. Así que no debe extrañar que buena parte del público se aleje de las salas de cine: los más jóvenes solo encuentran cosas que ya les gustaron a su hermanos mayores, a sus padres o a sus abuelos, pero no hay ni rastro del mundo en el que viven, el de las series de TV y los dispositivos móviles; los mayores, una vez que perciben que el reclamo de la nostalgia es cada vez más forzado, pierden las ganas de ver una y otra vez lo mismo que ya vieron diez, veinte o treinta años atrás. Si, como muchas veces se ha dicho, el cine es el Gran Arte del siglo XX, ahora que ha llegado el siglo XXI parece que ha renunciado a revalidar su trono y que prefiere mantenerse refugiado en el recuerdo de lo que fue durante el siglo XX.
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