En esta casa, el grupo Pulp es una referencia esencial. Lo es en lo meramente musical (¡qué música! ¡qué letras! ¡qué temones!), lo es en lo conceptual (vaya diseño de los discos, vaya videoclips, amigo) y también en la figura de su líder, el tirillas gafoso Jarvis Cocker. Fijaos si me obsesionan Pulp que la primera vez que publiqué un texto en un blog fue un comentario sobre el álbum “Different Class”. El caso es que ahora que me doy cuenta, nunca hasta ahora les había dedicado un post en Spam de Autor. Bien, pues hace unos meses se publicó “Buen pop, mal pop. Un inventario” (Ed. Blackie Books, 2023), el primer libro publicado por, Jarvis Cocker. Así que ha llegado la hora de hablar un poco sobre el libro, sobre Jarvis y sobre el pop.
Jarvis Cocker está de limpieza en el trastero de su casa, así que antes de decidir qué objetos va a conservar y de cuáles se van a ir a la basura. Según comenta, si están ahí encerrados es porque de alguna manera fueron importantes para él en algún momento de su vida. Es decir, que cada uno de ellos le permitirá abrir una ventana a algún recuerdo más o menos especial de su vida. Pero el valor de estos objetos va más allá para él.
“Abrir este desván ha abierto una ventana a mi proceso creativo (…). De hecho, y sin querer ser demasiado dramático al respecto, creo que este desván y los objetos que contiene constituyen una representación bastante fidedigna de lo que hay en mi cabeza.
No, no te rías; piénsalo por un instante: considera estos objetos no solo como los desechos acumulados de una vida, sino como pensamientos y recuerdos. Los pensamientos y recuerdos que llevamos con nosotros y que combinamos a placer para conformar nuestra narrativa personal, nuestra “biografía”. Espero haber utilizado bien lo que hemos descubierto hasta ahora para esbozar un relato bastante coherente de cómo fueron mis comienzos como músico. Pero si los reorganizara de otra forma, estos objetos podrían contar una historia muy distinta. O ninguna historia. Tuve que elegir una forma en la cual mostrártelos. Eso es la creatividad. Y lleva tiempo”.
Así que a lo largo de las páginas va comentando cachivaches, camisas, gafas, bolsas de plástico, chicles, pastillas de jabón, tortugas, muñecos de plástico… e incluso, libros, casettes y discos. En fin, artefactos de la cultura pop. A través de ellos va explicando, por un lado, algunos momentos clave en su educación musical, desde The Beatles hasta The Fall, desde The Velvet Underground a Barry White, desde el programa de radio de John Peel en la BBC hasta la discoteca a la que solía ir a bailar en Sheffield. Y por otro lado también va revisando algunos de los rasgos que le han caracterizado es su papel de estrella del pop: su miopía, sus peinados, su torpeza, su lentitud, su obsesión por los objetos viejos o usados…
En cualquier caso, este libro no es una autobiografía: apenas enumera una serie de anécdotas sobre su historia personal, entre las cuales la inmensa mayoría transcurren más de una década antes de que Pulp alcanzaran la fama a mitad de los noventa. En sus páginas J.C. tampoco ofrede demasiadas pistas sobre su actividad creativa o sobre su forma de componer. De hecho, en el interludio que lleva por título “El círculo mágico” ya advierte de que no piensa airear en público demasiados detalles sobre este proceso.
Y en “Buen pop. Mal pop” tampoco he encontrado respuestas a la mayoría de los interrogantes que me hacía cuando el libro llegó a mis manos: ¿Cómo llegó a ser posible el gran trolleo de Jarvis a Michael Jackson durante los Brit Awards de 1996? ¿Qué sucedió realmente con la esposa de Iannis Vaoufakis? ¿Qué sucedió para que Pulp se separaran? ¿Cómo llegó a hacer un cameo en Harry Potter y el Cáliz de Fuego? ¿Y cómo fue participar en el Fantástico Señor Zorro? ¿Qué recuerdos tiene de las tres o cuatro frases que crucé con él en el Summercase 2008? Pues nada de esto se comenta por aquí.
¿Qué sentido tiene el libro? Pues, sencillamente, ser un artefacto pop. Un objeto sencillo, directo y reconfortante, como muchos de los objetos sometidos al inventario en sus páginas. O, más concretamente, un artefacto de Buen Pop. Lo cual, para Cocker, significa que se trata de un objeto destinado al consumo de masas, pero nacido de la espontaneidad, de la imaginación y la necesidad personal de expresarse por parte de alguien que forma parte de esas masas. Es decir, lo opuesto al Mal Pop que para él viene representado por la producción industrial de bienes planificados desde despachos de publicistas y comerciales.
Esta idea coincide en muchos aspectos con la idea que exponía Paul Stanley en “Yeah! Yeah! Yeah!” acerca del potencial que tenían las viejas listas semanales de ventas de singles como vehículos de una democratización de la cultura e incluso de empoderamiento de la clase obrera a través de la cultura. De hecho, al comparar a los Beatles con su “plan maestro” de la preadolescencia escrito a boli en una vieja libreta, Cocker señala:
“(…) la discográfica/emisora de radio/canal de televisión que iba a emancipar con benevolencia a los “artistas oprimidos” e iba a llevar la cultura a las masas (…) es un plagio descarado de lo que los Beatles habían tratado de hacer con “Apple Corps”, su intento por retmoar el control de los medios de producción de manos del establishment. “Una forma occidental de comunismo”, dijo Paul McCartney en una entrevista”.
Bueno, creo que me estoy yendo por las ramas. El caso es que como artefacto pop, “Buen pop, mal pop” funciona de lujo. Es un objeto precioso, que incluye una maquetación colorista, unos textos divertidísimos y montañas de fotos. Todo esto conforma un bonito compendio de lo que es la cultura pop, pero también de todo lo que ha llevado a que Pulp y Jarvis Cocker estén entre mis favoritos de todo desde hace ya 30 años.