Por fin he terminado de leer este libro de Michael Azerrad, publicado por primera vez en los Estados Unidos en el año 2001, en el que se repasa la escena del rock independiente americano de la década de los ochenta a través de la historia de algunas de sus bandas más representativas: Black Flag, The Minutemen, Mission of Burma, Minor Threat, Hüsker Dü, The Replacements, Sonic Youth, Butthole Surfers, Big Black, Dinosaur Jr., Fugazi, Mudhoney y Beat Happening. Y el resultado es sobresaliente, un trabajo esencial sobre la música y la contracultura norteamericana de finales del siglo XX. Así que ahí va un resumen de algunas de las cosas que he sacado en claro de esta lectura.
Aunque para empezar voy a hacer un par de puntualizaciones. La primera es sobre los extraños designios de la industria editorial española, que han hecho que a día de hoy todavía no se haya publicado ninguna traducción de este libro al castellano. Así que el que quiera leerlo por aquí deberá buscar algún ejemplar de importación o descargar alguna versión guarra de a saber dónde.
La segunda es para comentar que entre las bandas reseñadas en el libro se encuentran varios de las que más profundamente han marcado mi educación musical. O, dicho de forma más clara, que Sonic Youth, Minor Threat, Fugazi, Big Black, Dinosaur Jr. o Hüsker Dü son algunos de mis grupos favoritos desde que era chaval. Aunque casi todos los demás que aparecen en el libro también están entre mis favoritos, solo que han entrado a formar parte de la banda sonora de mi vida más adelante. Partiendo de ahí, era muy difícil que no fuera me fuera a gustar este libro. En cualquier, caso el libro es un gran trabajo, que puede ser disfrutado por cualquiera con una mínima curiosidad sobre los temas que aquí se tratan, independientemente de que no le atraigan estas bandas en concreto.
Como ya he comentado, “Our Band…” narra la historia de trece bandas. En este sentido, es encomiable la habilidad del autor para perfilar la personalidad cada una de ellas y de sus componentes a partir de sus inquietudes musicales, su ideología, su forma de plantear conciertos y giras y su relación con el público y con la industria musical. Y, también para alcanzar un equilibrio entre el torrente de información técnica (datos sobre músicos, sellos, estilos musicales…) y las anécdotas más frívolas, bastantes de ellas a la altura de los pasajes más bizarros de “Por favor, mátame”.
Pero, ¿por qué estas trece bandas? No es fácil encontrar entre ellas una punto de conexión estilística. Porque aunque Black Flag y Minutemen fueron compañeros de andanzas, su música y su actitud fueron bien dispares. Así que más difícil es en encontrar nexos entre el rock clásico de Replacements y la performance cuasi industrial de Butthole Surfers. O entre el infierno de Big Black y espíritu naïf de Beat Happening. De hecho, surge otra duda: ¿por qué estas bandas y no otras? Supongo que en vez de Black Flag y la creación del sello SST habría sido igual de válido arrancar el libro con Dead Kennedys y el sello Alternative Tentacles. O haber dedicado capítulos al power pop de Descendents o al country psicodélico de Meat Puppets en vez de a Replacements, pues todos ellos reivindicaron –cada uno a su manera- la vigencia del rock tradicional dentro de la escena alternativa. O Pixies en vez de Dinosaur Jr. O Killdozer en vez de Butthole Surfers o Big Black. O…
Está claro que algunas de estas bandas son insustituibles mientras que el peso de otras es relativamente menor en esta historia. Pero, más allá de las historias individuales, lo que se valora en este libro es la aportación del conjunto de estos actores (bandas, sellos, promotores, público…) a la hora de establecer puentes y crear lazos que permitieron que se desarrollara esa escena. De hecho, algunos de los personajes más mencionados (mismamente Ian McKaye de Fugazi y Minor Threat, Thurston Moore de Sonic Youth, Steve Albini de Big Black o Henry Rollins de Black Flag) trascienden el retrato de los grupos en los que personalmente militaron para asumir el papel de agitadores, aglutinadores o curators que terminan por estar presentes de forma transversal en buena pare de los capítulos del libro. Y, junto a la biografía de cada grupo, cada capítulo expone cómo fueron apareciendo pequeñas escenas locales (la del punk de la Costa Oeste, el hardcore de Washington, el rock alternativo en Minessota o el grunge en Seattle) y una serie de pequeñas discográficas y distribuidoras (SST, Dischord, Touch and Go, Blast First, Sub Pop o K Records) que sirvieron para vertebrar una gran escena a nivel nacional que culminó por irrumpir en el mercado mayoritario con la salida del Nevermind de Nirvana en marzo de 1991.
Más allá de las diferencias musicales, toda esta gente compartía una serie de valores comunes. En el plano económico, todos trabajaron dentro de la estrategia del Do It Yourself, lo que supone una actitud encomiable desde un punto de vista romántico pero que no deja de ser un camino bastante duro. De hecho, se podría leer este libro como un compendio de las penurias de las giras interminables en las que la norma es cobrar menos de 100$ por bolo, pernoctar en sitios verdaderamente infectos, malcomer y que la cafetera con ruedas en la que viajas te deje tirado en medio de la nada, y de los problemas con las discográficas indis por sus dificultades para distribuir los discos más allá del ámbito local y los problemas a la hora de repartir los royalties.
Y en un sentido ideológico, los que participaron en esta escena probaron nuevas maneras de relacionarse con su público que no estuvieran marcadas por el culto al ego, la explotación económica y el hiperconsumismo habitual en el rock mayoritario. En general, trataron de derribar las barreras que mantenían al público apartado de los artistas. Es como si el título del libro (sacado de un verso de “History Lesson pt. 2” de Minutemen) hubiera sido el lema de esta generación, en la que todos parecían estar diciendo algo así como “nuestra banda podría ser tu vida, porque vosotros y nosotros somos todos una misma cosa”.
En fin, la historia de estas trece bandas que aparentemente tomaron caminos centrífugos termina por tomar la forma de un círculo que se cierra cuando en las páginas finales se cuenta cómo Henry Rollins (uno de los protagonistas del primer capítulo) agarró de la entrepierna a Calvin Johnson de Beat Happening en mitad de un concierto para poner a prueba su punkitud, y este salió al paso (según cuenta le espetó con indiferencia un “¿pero es que nadie te ha enseñado modales?” y prosiguió con la actuación). Dos polos aparentemente opuestos, pero que comparten el mismo espíritu de subversión y la misma voluntad de construir algo positivo a partir de los escombros que fueron dejando tras de sí las políticas ultraconservadoras de Ronald Reagan y George Bush. Y, entre ambos, 500 páginas apasionantes. Leedlas si podéis, de verdad que vale la pena.