Hace unos días terminé de leer “Yo estoy vivo y vosotros estáis muertos”, la biografía de Philip K. Dick escrita por Emmanuel Carrère que se publicó en Francia por primera vez en 1992. En las últimas temporadas Carrère ha adquirido cierta celebridad literaria, sobre todo a raíz del éxito de “Limonov” y “El Reino”. Estas últimas obras cuentan con mayor complejidad literaria y profundidad en sus textos; a pesar de ello, el retrato de la contracultura norteamericana, del submundo de la ciencia ficción o de la enfermedad mental que ofrece “Yo estoy muerto…” hacen que este libro esté más que interesante.
Esta biografía/novela/ensayo periodístico solo se me ha atravesado en los pasajes que resumen el desarrollo de algunas de las novelas de Dick, o cuando el autor se afana por sintetizar las infinitas reflexiones críptico-filosófico-teológico-paranoides que, según se deja entender en el libro, al final de su vida llegaron a aburrir al propio Philip. Al fin y al cabo, nunca he sido un gran fanático de la ciencia ficción en general (yo era más de superhéroes y de fantasía heroica de capa y espada, las cosas del futuro me gustaban pero no tanto), y no he hecho mucho caso a la obra de Dick más allá de las adaptaciones al cine de “Blade Runner”, “Minority Report” y “A Scanner Darkly”, así que me cuesta entrar en este tipo de pajas mentales.
Por contra, lo que más me ha gustado en este libro es la visión que ofrece del reverso nerd de la Norteamérica salvaje que describía Hunter S. Thompson, y desde esta perspectiva “Yo estoy vivo…” me ha tenido cautivado.
Por otro lado, esta novela me ha ayudado a alcanzar dos importantes descubrimientos. El primero es que Philip K. Dick no era pederasta. Siempre había confundido su biografía con la de Arthur C. Clarke, otro clásico de ciencia ficción, que nunca ocultó sus prácticas pedófilas durante las décadas que residió en Sri Lanka. En fin, Dick hizo muchas cosas raras en su vida, pero que se sepa esta no fue una de ellas.
Y el segundo descubrimiento es la presencia del universo de Philip K. Dick en las letras de Parade, el proyecto personal del músico Antonio Galvañ. Recuerdo escucharles por primera vez con el “Metaluna” que sonó bastante en Radio 3 allá por 1999, y por aquel entonces me pareció algo como muy blandito y que no se merecía demasiada atención. Y así ha seguido la cosa durante bastantes años, en los que Galvañ ha sacado todo tipo de discos a los que no les he hecho mucho caso. Hasta que a principios de este año, mientras preparaba unas cosillas para el Madrid Popfest, me fijé un poco más en las canciones de “Demasiado humano” (2016), su LP más reciente. Y en ese momento viví una especie de revelación. Como la que llevó a Saulo de Tarso a convertirse en San Pablo (como cuenta el propio Carrère en “El Reino”) o como la que el propio Philip K. Dick sintió en un momento de su vida e intentó plasmar en su “Exégesis”. Pues sí: Parade tiene muchas canciones enormes.
El gran mérito de Galvañ está en haber creado un universo lírico lleno de sensibilidad e ironía, construido a partir de referencias a la cultura basura de películas de serie B, cómics, y, efectivamente, historias de ciencia ficción, y embutir todo eso dentro de pequeñas piezas de pop exquisito. Un pop que a veces suena colorido y chispeante (ojo, que La Casa Azul tomaron su nombre del título de una canción de Parade), pero que en otros es ñoño y cursi hasta los límites de lo tolerable (por algo les tuve manía durante tantos años). Lo bueno es que a lo largo de su discografía aparecen tantos grandes temas que resulta fácil olvidar los momentos en los que Parade naufragan en su propia flojera.
El caso es que he localizado al menos dos momentos en los que Parade canta sobre Philip K. Dick. Uno, está claro, es el “Traedme la cabeza de Philip K. Dick” que abre su último disco y que da título a este post. Esta canción viene a ser una inmersión en la mente del novelista, como en el “pensamiento paralelo” que describió el norteamericano cuando descubrió que no era la única persona que operaba dentro de su propia cabeza.
Y el otro es “El imperio nunca dejó de existir”, un tema en que los despistados podrán tomar como una revisión de la saga Star Wars (de hecho, Parade proyectaron escenas de estas películas mientras tocaban en el Madrid Popfest), pero que en realidad retoma la trama de “El hombre en el castillo, la novela ucrónica que Dick publicó en 1962 y que le proporcionó por primera vez popularidad y prestigio.
Quizás haya más canciones de Parade que hablen sobre Philip K. Dick; el caso es que ni controlo tanto los detalles de la obra de este ni de la discografía de Galvañ (y eso que en los últimos meses lo he escuchado bastante) como para llegar a afirmar lo contrario. Pero bueno, con este post no he intentado hacer un repaso sistemático de la obra de ninguno de los dos, sino solo recordar que leer y escuchar música son dos cosas bellas que hacen que la gente se convierta en personas más humanas. Incluso si lees en Kindle y escuchas en Spotify, que es lo que he hecho yo esta vez.
Pingback: Librojuegos I: Bandersnatch - Spam de autorSpam de autor