Acabo de enterarme del fallecimiento de Elías Querejeta, un personaje vital en el último medio siglo del cine español, y me he quedado un poco triste. Da mucha pena que a día de hoy en los cines comerciales apenas haya cabida para el tipo de películas que él promovió hacer. En los próximos meses espero recuperar el ritmo de publicaciones en el blog y planeo escribir algunos posts sobre los desastres de la distribución cinematográfica, y en ellos espero extenderme más sobre este asunto. Pero ahora prefiero rescatar este fragmento de “Ciudad abierta”, la novela que el nigeriano-estadounidense Teju Cole publicó en 2011 (Editorial Acantilado la publicó en España en 2012) . Durante una conversación un personaje se arranca con una peculiar reseña de “El espíritu de la colmena”, película en la que Querejeta ejerció de productor. Parece una señal de que esa obra permanece incrustada en el imaginario cinéfilo mundial, y me alegro de que sea así pues es una de las películas con las que más me he impresionado en una sala de cine. Pero es una verdadera lástima que en la actualidad apenas quede gente dispuesta a apostar por crear obras del calado de esta.
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“Lise-Anne dijo. ¿Alguien ha visto El espíritu de la colmena? Es una película de un director llamado Víctor Erice, la hizo en los setenta. Allí las abejas representan… no sé qué… pero parece que en un período violento y triste de la historia española representaban una manera de pensar diferente, una manera de pensar y de ser específicamente abejas pero relacionada con el mundo humano. Hay ciertas escenas de esa película que realmente se me quedaron grabadas. Pienso en unas en que el padre… el hombre tiene dos hijas pequeñas y una se llama Ana, igual que la niñita que estaba por aquí hace un momento… unas escenas en que el padre está como aturdido, con neurosis de guerra, o preso de un recuerdo del que no puede hablar, y lo único que hace es trabajar en los panales. Son escenas muy con movedoras, sin diálogo ni argumento pero muy eficaces. Bueno, no sé adónde voy con esto, pero lo que quiero decir es que las abejas son muy sensibles, insólitamente sensibles, a la negatividad del ser humano”
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