Últimamente publico poco contenido en el blog, ¿os habíais fijado? Vale, he pasado bastantes meses desaparecido del mapa y fuera de internet, aunque de eso hablaré otro día. En cualquier caso, una vez pasado el período de aislamiento, este otoño he tratado de recuperar la costumbre de escribir, pero casi siempre encuentro más motivos para apagar el ordenador que para echar la tarde redactando textos chachis. De hecho, también me cuesta encontrar ganas de poner por escrito por qué voy perdiendo los ánimos para hacer cosas increíbles que antes me salían sin esfuerzo. Sin embargo, ayer lunes se juntaron varias señales que creo que lo explican todo por sí mismas, y son las que voy a contar a continuación.
Por un lado, en la mañana de ayer me topé con el artículo “The Cure ha hecho el disco del año, y no es una buena noticia” publicado en El Confidencial, con cuyo contenido estoy bastante de acuerdo. En él, con la excusa de la lluvia de resúmenes de los mejores discos del año que van cayendo estas semanas, va comentando el estado de desorientación en que se encuentran las secciones de cultura de grandes y pequeños medios de comunicación y de la falta de interés del gran público por aquello que no forme parte de lo viejo conocido.
Por si el artículo no fuera suficientemente descorazonador, diré que he llegado a él a través del link que Bruno Galindo ha compartido en bluesky. Y Galindo el autor de una de las crónicas más desoladoras que he leído sobre el derrumbe de la profesión de periodista cultural: su propia autobiografía, Toma de Tierra (Libros del K.O., 2021).
Por otro lado, también me encontré con que el colectivo cántabro Palos y Piedras ha anunciado en sus redes sociales que pronto cesará su actividad.
Cito por aquí algunas de las cosas que yo mismo he comentado al respecto en el foro de Al Norte del Norte.
(…) empezaron montando cosas más centradas en el hip hop de base, pero con el tiempo se han ido abriendo a programar cada vez más rollos urbanos y de electrónica underground. Vamos, que siempre me ha parecido que se han preocupado por traer a Cantabria lo que ningún otro se estaba atreviendo a traer, y que han trabajado siempre desde el espíritu del puro DIY. De hecho, en los últimos tiempos ya estaban funcionando en plan club en el que los socios pagaban una cuota de temporada para entrar con descuento a todo lo que montaban, que es algo que rara vez se ha visto por estas tierras.
Supongo que ellos encontraron su «cómo» y con él han aguantado todo este tiempo, pero entiendo que el tiempo desgasta y a veces toca tomarse un descanso. Pero ojalá alguien se anime a cubrir el hueco que van a dejar…(…)
Creo que no sería complicado hacer un mapa en el que identificar con nombres y apellidos a las personas que se han movido en los últimos 25 años en Cantabria por difundir la electrónica con un mínimo de inquietud, porque realmente no ha habido tantos. Nunca he visto redes de colaboración duraderas, nunca ha existido algo que pueda considerarse una escena, y por lo general cada vez que alguno de estos agentes ha desaparecido el escaso público fiel se ha dispersado porque no encontraba otro sitio donde agarrarse.
Así que en un panorama esquelético como este, las cosas que están montando El Nido, los de Kinky Pride o Trvzt creo que también son imprescindibles. Pero la constancia, el tesón, la amplitud de miras, la valentía para arriesgar con las propuestas y despreocupación por el qué dirán de Palos y Piedras de momento creo que va a dejar un hueco bastante grande en Cantabria.
Por último, también he leído la excelente entrevista a Álex López Allende en El Contraplano. Entre otras muchas cosas, Álex es uno de los capos de la sala Dabadaba de Donosti, y en esta ocasión habla largo y tendido sobre las satisfacciones y las dificultades que implica gestionar una de las salas de conciertos más reputadas del estado. Bueno, pues entre todo lo que cuenta, me ha dejado especialmente tocado la serenidad con la que explica lo que él cree que ocurriría en su ciudad tras un eventual cierre de la sala, ya que son conscientes de que tarde o temprano llegará una orden de derribo que les obligará a abandonar ese local.
En cualquier caso, pues sí, el futuro está marcado. ¿Qué va a pasar cuando no estemos? ¿Si nos iremos? Es que no sabemos. Realmente buscamos, no lo oculto, buscamos dónde irnos, pero ahora mismo en Donosti no sabemos porque no hay nada claro. Bueno, pues yo pienso dentro de siete años, con cuarenta y siete años… Bueno, pues a ver.
Ya como ciudadano, pues creo que la ciudad tendría un problema a corto plazo, o sea, me refiero, porque Donosti no puede absorber lo que nosotros hacemos ni por cantidad ni por formas. Es imposible, pero todo se olvidaría también. Pasarían 15 días, un mes, y se quedaría en el recuerdo de los que veníais habitualmente y ya está, y la ciudad seguiría para adelante porque es lo que ha pasado siempre con todo, desde comercios históricos al Altxerri, a lo que sea. Se llora durante 15 días y ya está. Así que esto tirará así.
En fin, no quiero que nadie se tome este post como una despedida. Pero sí que adminto que muchos días me planteo cuáles son las razones que me llevan a mantener este blog vivo, y no siempre aparecen motivos suficientes.
De momento, voy terminando este post mientras suena “Morir en otra habitación” (2024), el último EP de Wild Honey. Se trata de una extraordinaria colección de canciones sobre despedidas y ausencias, contadas con un sentido de la finura y la belleza que yo jamás lograré alcanzar.