Aprovechando estas fechas tan señaladas toca hablar sobre la así llamada hauntology, el único tipo de música que se me ocurre cuya etiqueta hace referencia a los fantasmas (el término viene del inglés haunt, que significa encantar o hechizar). No tengo noticia de que haya un vocablo castellano para referirse a este concepto, así que mantengo el original inglés.
Ahí va un pequeño extracto de la definición que Simon Reynolds da a esta coriente en ‘Retromania’, un libro que me está gustando bastante.
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“’Hauntology’ es un término que el crítico Mark Fisher y yo empezamos a utilizar alrededor de 2005 para describir a una red dispersa de músicos, en su mayoría británicos, entre los que destacaban los artistas del sello Ghost Box (The Focus Group, Belbury Poly, The Advisor Circle y otros) y sus espíritus gemelos de Mordant Music y Moon Wiring Club. Todos estos grupos exploran una parte de la nostalgia británica vinculada a la programación televisiva de la década de los sesenta y setenta. Carroñeros consumados, los hauntologistas echan la red por mercadillos de caridad, mercados callejeros y tiendas de saldos en busca de migajas de un modelo cultural que actualmente está en descomposición. Su música normalmente mezcla lo digital y lo analógico: samples de material editado digitalmente se mezclan con notas de antiguos sintetizadores e instrumentos acústicos, con motivos inspirados o directamente robados de bibliotecas de música y bandas sonoras de películas (particularmente géneros pulp como la ciencia ficción y el terror), y los cosen juntos con zumbidos industriales y ruido abstracto. A menudo hay en esto un elemento de música concreta en forma de emisión radiofónica de spoken word y sonidos encontrados por casualidad.
‘Memoradelia’, un término alternativo propuesto por el escritor Patrick McNally, captura el sentido de inconsciencia colectiva, el fantasma de nuestra vida que regresa para encontarnos, así como los recuerdos personales de un ‘tiempo perdido’ que esta música a menudo conjura igual que la magdalena de Proust. Pero la etiqueta que ha quedado pegada es hauntology, un término tomado del libro de Jacques Derrida “Espectros de Marx”. Un juego de palabras con ‘ontología’ (el francés hantologie y [el inglés] ontology suenan prácticamente iguales porque la h no se pronuncia) permitió a Derrida utilizar la figura filosóficamente problemática del fantasma –que ni es ser ni es no ser, es simultáneamente presencia y ausencia- para discutir la peculiar persistencia de las ideas marxistas después de la muerte del comunismo y ‘el fin de la historia’ (el supuesto triunfo del capitalismo liberal anunciado por Francis Fukuyama).
La hauntulogy me atrae principalmente porque es una buena forma de entrar a Ghost Box: el sufijo ‘-ology’ sugiere solemnes investigadores que estudian sonidos paranormales en el laboratorio. Pero las ideas de Derrida ciertamente pueden aplicarse a lo que están haciendo Ghost Box y sus compañeros de viaje. Al repasar buena parte de su música, así como el artwork y el marco conceptual del proyecto, se aprecia que se trata de ideas de un utopismo perdido: el de la era que surge con la planificación estatal y la ingeniería social del estado de bienestar. Derrida escribe sobre la naturaleza espectral del archivo; la música del estilo de Ghost Box a menudo tiene un aura polvorienta, como un ‘museo que ha vuelto a la vida’, tal y como dijo Mike Powell. La música hauntológica también pone en primer plano los aspectos fantasmagóricos de la grabación. En álbumes como “Hey let loose your love” de The Focus Group, la canción a medio terminar y a medio borrar a muchos oyentes les recordó a la forma en la que los productores de dub usaban el reverb y otras técnicas de estudio para amortajar la música reggae hasta convertirla en una imagen espectral. En discusiones en blogs y webzines también se mencionó el hip hop como punto de referencia, no solo por el papel del sampling, sino también por un uso similar de los crujidos, los zumbidos y los salto del ruido de la aguja sobre la superficie del vinilo, que consiguen que la atención se fije en el hecho de que estás escuchando una grabación fabricada a partir de otras grabaciones. Pero la tenue irrealidad de la música y su mezcla de brujería y frivolidad parecen encajar igualmente a Ghost Box y sus aliados dentro de una tradición de hechicería en el estudio de grabación propia de la psicodelia inglesa que alcanza hasta “Strawberry Fields Forever” de The Beatles y “I Hear a New World” de Joe Meek.
Puede que esta música resulte fantasmal porque es una forma de ‘trabajo de memoria’, como Freud llama al llorar la pérdida de alguien. Se llora por ‘un período particular de tiempo en la historia británica, más o menos de 1958 a 1978’ dice Jim Jupp, el cofundador de Ghost Box, también conocido como Belbury Poly. Los hauntologistas británicos son conscientes de que juegan con un una serie de formas culturales del pasado que se encuentran fuera del pop el rock mainstream posterior a Elvis y Beatles, materiales previos al rock’n’roll o que quedaron fuera del rock’n’roll. Ellos conjuran una Gran Bretaña todavía no afectada por la americanización. La fecha de corte de 1978 se refiere al último año antes de la elección de Margaret Thatcher, que quiso hacer una Gran Bretaña más estadounidense a base de liberar un espíritu emprendedor y reducir el papel del gobierno. Lanzó un programa de desnacionalización, ridiculizó a los trabajadores como si obstaculizaran a sus benefactores, y echó la culpa a la burocracia de estrangular a las empresas con una cinta roja.
Después de veinte años de post-socialismo bajo Thatcher, Major y Blair, la idea de un sector público –desde la BBC al sistema de bibliotecas- ya no parece acartonada sino extrañamente cool: es un sistema benigno de apoyo y pedagogía cuyo eclipse es rechazado. Ghost Box están obsesionados con el espíritu de tecnocracia utópica que floreció en el período entre el nacimiento del estado del bienestar y el ascenso de Thatcher. Optimistas y con la vista puesta en el futuro, esta fue una era de nuevas ciudades y ambiciosos proyectos de nuevo desarrollo urbano (…), la era de los politécnicos, la universidad abierta (educación superior accesible para todos) y la explosión de los libros de bolsillo por Penguin Books en los sesenta, con su voluntad de expandir los horizontes del hombre corriente. Esta era perdida de planificación y edificación representó un paternalismo (o puede que un maternalismo, dada la asociación con figuras como la leche gratis para los escolares o los programas infantiles de la BBC como Watch With Mother) contra el que en cierto sentido el rock’n’roll se rebeló mediante la celebración del deseo, el placer, la energía negativa y el individualismo. Pero a principios de los 2000 estas antiguas ideas de progreso empezaron a adquirir el romanticismo, el pathos y el honor de un futuro perdido. La idea de un ‘estado nanny’ ya no parecía sofocante ni opresivamente intrusiva.
Fragmento extraído de REYNOLDS, Simon: Retromania. Pop culture’s addiction to its own past. Faber and Faber, Londres, 2011.