Donde dije digo, digo Diego. Hace un mes escribí que no iba a recomendar libros ni comics durante el confinamiento. Bueno, pues he cambiado de criterio: hoy vengo a hablar sobre Oda a Kirihito, Ventiladores Clyde, El hombre sin talento y ¿Así es como me ves?
Parece que cada vez queda menos tiempo para que se puedan visitar de nuevo librerías y bibliotecas, así que si a alguno le pica la curiosidad pronto podrá hacerse con alguno de ellos. Por cierto, los cuatro son comics bastante conocidos así que lo normal es que se puedan conseguir en cualquier tienda. No seáis chungos, no os tiréis como locos a hacer pedidos en Amazon. Ahora más que nunca, haced el favor de apoyar a vuestros libreros de confianza.
Oda a Kirihito, de Osamu Tezuka (ECC Ediciones)
Un grupo de científicos comienza a investigar una misteriosa enfermedad que provoca que seres humanos tomen aspecto de perros. A partir de ahí, Tezuka traza un turbio thriller manchado de racismo, corrupción política y sexo chungo.
Tezuka es un autor inabarcable. Yo pensaba que más o menos ya controlaba lo más interesante de su obra hasta que visité la extraordinaria exposición Osamu Tezuka, el dios del manga que durante el año pasado se exhibió en el Museo Nacional d’Art de Catalunya. Ahí me despertó la curiosidad por varios títulos suyos que no había leído, y así es como he llegado a este extraordinario Oda a Kirihito.
En los dos tomos de Oda a Kirihito (cuyas viñetas se publicaron por primera vez entre 1970 y 1971, es decir, al mismo tiempo que el celebrado El libro de los insectos humanos) aparecen muchas de las mejores virtudes de la creación de Tezuka. El apartado gráfico es deslumbrante, con el habitual dinamismo narrativo acompañado de todo tipo de experimentos en la composición de las páginas y en los juegos entre blancos y negros. Y también se desarrollan de forma brillante algunos de los temas eternos del humanismo de Tezuka, como el del respeto hacia el diferente o el gran conflicto entre la bondad y las pulsiones más oscuras del corazón humano.
Vamos, que es un manga enorme. ¡Viva Osamu Tezuka!.
Ventiladores Clyde, de Seth (Ed. Salamandra)
Las vidas de los hermanos Abraham y Simon Matchcard han sido un completo fracaso. No son personas agradables, nadie parece sentirse a gusto a su lado, y han conducido a la ruina todo aquello en lo que se han visto envueltos. ¿Merece la pena detenerse en unos personajes tan patéticos como estos? Pues el canadiense Seth sí que ha visto a bien dedicar cerca de 500 páginas a reflexionar sobre las maneras en las que los antiguos responsables de la empresa Ventiladores Clyde tratan de huir de sus propias miserias, y cómo terminan atrapados en la soledad y al vacío. Joder, hay que ser un mago de la narración para transformar una historia sobre asuntos tan poco memorables en un tebeo tan mono como este, y también para hacer de un volumen tan cuqui funcione como una bomba de pura desolación.
Hago hincapié en que Ventiladores Clyde es un objeto lindo ya que, como viene siendo habitual en las obras de Seth, la presentación es espectacular. Hay que felicitar a la gente de Ed. Salamandra por el cariño que han puesto en dar forma a un libro que da tanto gusto tener entre las manos.
Por cierto, siempre me ha llamado la atención la pésima distribución que tradicionalmente han tenido los comics de Seth. Es casi una odisea encontrar ejemplares nuevos de cualquiera de sus obras anteriores (menos en el caso de La vida está bien si no te rindes, que por algún motivo ha sido reeditado en varias ocasiones). Al contrario de lo que ocurre con otros gigantes de la factoría Fantagraphics, la mayoría de las ediciones en castellano de Seth se han lanzado con tiradas cortas que no han tardado en desaparecer de las librerías. En fin, que me parece una lástimas que joyas como George Sprott, Wimbledon Green o La G.N.B.D.C. a día de hoy sean prácticamente inencontrables fuera del cenagoso mercado de segunda mano.
El hombre sin talento, de Yoshiharu Tsuge (Ed. Gallonero)
La vida de Sukezo Sukegawa ha sido un completo fracaso. Después de abandonar su actividad como dibujante de manga se ha ido embarcando en diversos negocios, a cada cual más descabellado y ruinoso. Él siente que siempre actúa de manera correcta, y que su incapacidad para llevar una vida mínimamente provechosa viene por pura mala fortuna. Porque, para él, lo más importante es mantenerse firme frente a la superficialidad, la vulgaridad y la corrupción de la sociedad que le rodea. Pero lo único que está consiguiendo es hundir a su esposa y a su hijo en la más vergonzosa de las miserias.
Al contrario que en Ventiladores Clyde, dentro El hombre sin talento no hay lirismo ni cosas cuquis que valgan. El dibujo es deliberadamente feo, los trazos tirando a indefinidos, y los personajes aparecen flotando en un espacio irreal, como apartados del mundo en el que viven. Algo que resulta coherente con la historia que cuenta, ya que en bastantes pasajes el cómic parece una especie de manual para reconocer los mecanismos psicosociales que conducen a la exclusión social.
Algunas pequeñas gotas de humor negro aligeran el patetismo de la galería de personajes disfuncionales que deambulan por las viñetas de El hombre sin talento. El resto es pura bajona hecha cómic. Que, por lo que leo, no es tan diferente de la biografía propio Yoshiharu Tsuge, que también ha llevado una existencia bastante desdichada. Cuánta desolación, la virgen.
¿Así es como me ves?, de Jaime Hernandez (Eds. La Cúpula)
Maggie y Hoppey, las eternas protagonistas de los comics de Jaime Hernández, se marcan una escapada de fin de semana a Hoppers, su viejo barrio al sur de California. Allí visitan los lugares en los que pasaron su juventud (sí, donde transcurrían aquellas historias de punks, lesbianas y pandilleros de las series La muerte de Speedy o Locas), aprovechan para reencontrarse con viejos amigos y enemigos, y de paso tratan de comprender en qué estado se encuentran a día de hoy sus propias vidas.
¿Así es como me ves? podría haber sido otro cómic deprimente, como los dos que acabo de comentar. Porque Maggie y Hoppey se han convertido en dos señoras casadas y con hijos, con el rostro surcado de arrugas y ojeras, de las que miran los conciertos de punk desde el fondo de la sala mientras la chavalada del pogo se pregunta si son las madres de alguno de los que toca o son policías de paisano esperando a pillar al primero que la líe. Pero no: aquí se habla sobre gente que no queda atrapada en la nostalgia. El pasado tampoco fue tan maravilloso como nos gusta creer, así que lo mejor es disfrutar del presente, que es lo único real.
Después de La educación de Hoppey Glass (2008) perdí el hilo de las novedades de Jaime Hernández -vamos, que no he leído El retorno de las Ti-Girls (2012) y Chapuzas de amor (2015)-, y ha sido toda una alegría reengancharme ahora. La obra del pequeño de los Hernández Bros. crece en la medida en que se desarrollan sus personajes. Y en ¿Así es como me ves?, donde observan desde la madurez lo que fueron en su juventud, consiguellevar todo a un nuevo nivel, en el que además se mantiene la misma vitalidad que cuando hace décadas lo contó por primera vez. En fin, una vez más, toca quitarse el sombrero ante el señor Jaime.