Hace unos meses me encontré un ejemplar de “Awopbopaloobopalopbamboom: una historia de la música pop” en una librería de viejo. Era una edición buena de El Círculo de Lectores que además se encontraba en perfecto estado. Por tres euros que costaba, no hubo duda de que había que llevarse para casa uno de los grandes clásicos de la literatura rockística.
Para el que no haya oído hablar sobre este libro, se puede resumir en que repasa el origen y el devenir de la música pop desde los años cincuenta hasta finales de los sesenta del siglo pasado. Ya se sabe: Bill Halley, Chuck Berry, Elvis Presley, Buddy Holly, los Beatles y los Rolling, Sam Cooke, Aretha Franklin, Bob Dylan y Jimi Hendrix y todos los demás. Una historia que se ha contado un millón de veces. Pero esta brilla entre todas las demás, tanto por lo que cuenta sobre el pop como por lo que enseña sobre la manera de escribir sobre pop.
La primera edición de “Awop…” se publicó en 1968, y la edición revisada y ya definitiva apareció en 1972. Nick Cohn nació en 1946, lo cual significa que escribió el libro con apenas 22 años y lo remató a los 25. Da susto pensar que uno de los textos más influyentes que existen sobre la música pop lo escribió un chaval con una edad en la que a día de hoy en pocos medios le permitirían más que copiar y pegar notas de prensa. Pero cuando Cohn concibió “Awop…” llevaba ya años trabajando para medios de ambos lados del Atlántico, y era uno de los mayores expertos que existían en la materia.
Por eso el libro nace de la autoridad de quien ha visto a todos en directo, quien ha escuchado cada hit la primera vez que se ha pinchado en la radio, quien ha asistido a cómo estilos y modas nacen, estallan y terminan dejando paso a lo siguiente. El autor no observa ajeno a la realidad que comenta, sino que transmite su visión como fan privilegiado que habita en el corazón de la música pop. Esto hace que “Awop…” ofrezca información de primerísima mano, y que esté servida con una pasión bastante sincera.
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¿Qué es el pop?
A lo largo de más de 300 páginas, la gran obsesión de Cohn está en definir qué entra dentro de lo que él entiende como pop, y qué es lo que no tiene nada que ver. Pego aquí un párrafo al azar, para que os hagáis una idea de esto.
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El superpop es la masa media (sic), es siempre música teen y tiene que ser popular. (…) tiene que ser sencillo e inteligente a la vez, debe encerrar hábilmente sus implicaciones y tiene que ser rápido, divertido, sexy, obsesivo y un poco épico.
Y de propina os cuelo otro, pillado del capítulo que dedica a los Rolling Stones.
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Desde luego los Stones eran más groseros de lo estrictamente necesario, pero, después de todo, cada generación pop necesita ir más allá que la anterior, tiene que sentir que hace las cosas por primera vez. Como norma debe ser arrogante, engreída, grosera. No es conveniente que sea de otra forma, porque la esencia de la revuelta joven se estancaría, se perdería esa sensación de ruptura con la generación anterior y de descubrir las cosas uno mismo: si no fuese así se crearía una sensación de frustración que, mal digerida, saldría a la luz más tarde de manera mucho peor.
Sinceramente, no es que crea que mencionar párrafos al azar vaya conseguir que nadie se haga a la idea de la visión del pop que tenía Nick Cohn; pero me apetecía meter un par de citas textuales en el post, y esta excusa me ha parecido correcta.
Ahora bien, un par de ideas que el autor repite con insistencia (y que se dejan ver en estas citas) son la importancia de la juventud y la espontaneidad como cualidades indispensables para el pop. Sometidas a ellas, cada nueva corriente está condenada a agotarse en poco tiempo: a medida que los jóvenes se alejan de su adolescencia, los estilos que les identificaron van quedando marchitos. Y en 1968 el pop se iba alejando de su estallido primigenio. Justo al mismo tiempo que Cohn se aproximaba a los 25 años, que es la edad a la que él señalaba que el público dejaba de prestar atención a la música pop.
Esta perspectiva fatalista hace del autor un pionero en lo de quedarse anclado en la nostalgia, tal y como lo explicaba Simon Reynolds en “Retromania” (lástima de no tener a mano ahora un ejemplar del libro para colar alguna cita más en el post). Pero esto también revela una concepción superficial y consumista de lo que debía ser la cultura juvenil. De hecho, Cohn no se toma demasiado en serio ningún acercamiento del pop al mundo de la Alta cultura, pero mucho menos a la concienciación social. Para él, la rebeldía debía limitarse a un plano estético, y no merecía la pena que tomase partido en cuestiones políticas. El descaro y la insolencia de los adolescentes solo eran rituales de paso dentro del camino inexorable hacia el aburrimiento de la edad adulta.
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¿Cómo se escribe sobre pop?
Esta visión sobre el pop también se manifiesta en la manera de escribir de Nick Cohn: ágil, apasionada y contundente. Antes de que el lector se haya dado cuenta de que el autor le ha contado lo esencial sobre algo, este ya ha saltado a hablar sobre el siguiente artista, el estilo que arrasó unos pocos meses más tarde o dj volvió a poner patas arriba el panorama.
La insolencia también forma parte de su estilo personal. Cohn no tiene reparo en señalar todo aquello que no le gusta. Bastantes veces argumenta que a algo le falta calidad (que es el criterio de evaluación más hueco que se me ocurre), y otras simplemente que una cosa no le gusta o le cae mal. De hecho, carga sin problema contra prácticamente todos los grandes del Olimpo del Pop Clásico. Ay, si hasta a mí me han dolido los palos que les caen al álbum blanco de The Beatles o al Pet Sounds de los Beach Boys.
Desde una perspectiva actual estas críticas pueden sonar hirientes. En 2018, el canon de discos imprescindibles de la historia del rock parece intocable, y “Música de Mierda” de Carl Wilson –que tan poco me gustó– parece haber dado la respuesta universal sobre cómo disimular que hay cosas que no nos gustan. Pero a finales de los sesenta las cosas del r’n’r no funcionaban de este modo. El pop aún no era objeto de estudio por parte de críticos de arte, sociólogos o historiadores. Ni mucho menos de cuarentones. Y desde luego que nadie esperaba que medio siglo después se seguirían leyendo esos textos.
Supongo que por esto último Cohn tampoco se corta a la hora de lanzar predicciones que, leídas hoy, ayudan a no tomarse demasiado en serio sus juicos. Sí, da un poco de risa leer lo que creía que iba a suceder con las carreras de los Rolling Stones o de Bob Dylan. Pero estos arranques de futurología también suponen un guiño de complicidad con el lector. Como si le estuviera diciendo “da igual que ahora vaya a meter la pata: lo importante es que este libro te resulte tan divertido como el propio rock’n’roll”.
“Awop…” es anterior a “El sonido de la ciudad” (Charlie Gillet, publicado en 1970), que pienso que es el primer gran estudio académico sobre la historia del rock. Y un libro sería el reverso del otro. Gillet se apoyaba en el rigor y la minuciosidad. Cohn lo hacía en la subjetividad y la pasión. Pero ambos ofrecieron un retrato que va más allá de lo meramente musical: hablaron sobre cómo los adolescentes alcanzaron su emancipación como grupo social, apoyados en una de las manifestaciones menos deleznables (y posiblemente más guays) del capitalismo del siglo XX: la cultura pop.