Las palabras del obispo de Málaga llenaban ayer los titulares de la mayoría de medios de comunicación: ante un público de estudiantes de instituto, defendía que para él la unión carnal entre dos personas del mismo sexo vendría a ser algo parecido a la de un hombre y un perro. Aunque me parece que la intención de este sucesor de los apóstoles era la de ofender a otras personas, estas palabras me han servido para recordar a algunos felices cruces entre hombres y perros.
Para empezar, ahí está Pitbull, ese superhéroe cubano agraciado de ese don de la ubicuidad, lo que le ha permitido hacer featurings en la inmensa mayoría de canciones que han sonado en los últimos lustros en radios comerciales. Al igual que el obispo de Málaga, Pitbull tiene la capacidad de granjearse los odios de todos aquellos que no le siguen con fervor. Sin embargo, a diferencia del epíscopo, creo que el tiempo hará que se revalorice al menos parte de su obra entre la opinión del público con buen gusto. En serio, señores, destierren prejuicios, abran sus orejas y no tengan miedo a entregarse al perreo: más allá de actitudes machistas y vulgaridades sonoras, no todo el reggaeton muerde ni es tan feo como lo pintan.
Los que me conocen saben que soy fanático de las grabaciones de mascotas que cantan. Tengo especial predilección por los vídeos de villancicos interpretados por perros y gatos, pero pienso que escuchar villancicos fuera de fecha trae mala suerte, así que prefiero guardar este tema para otro momento más oportuno. También me ha hecho mucha gracia siempre el perro que ladraba al comienzo de «Been Caught Stealing» de Jane’s Addiction, así como el «Atomic Dog» de George Clinton que terminó por inspirar a Snoop Doggy Dog. Pero entre todos me quedo con Caninus, aquel proyecto grindcore en el que las voces corrían a cargo de un perro.
Supongo que en al memoria de muchos sigue anclado Perro Muchacho, la gloriosa serie de sketches de Muchachada Nui. Lo que supongo que bastante gente no se dio cuenta en su momento es que este personaje estaba inspirado en «Chico Perro» («Dog Boy» en su versión original), uno de los personajes que aparecían en Liquid Television. La televisión líquida fue un programa que se emitió en MTV a principios de la década de los noventa -cuando la cadena era la basura que siempre ha sido pero al menos no basaba toda su programación en realities imbéciles- y que allá por el 94 o el 95 se pudo ver en las madrugadas de La 2 de TVE. Liquid Television ofrecía transgresión audiovisual a partir de las píldoras que iban desde Beavis y Butthead hasta Aeon Flux. Pero entre ellos siempre me llamaron la atención las aventuras de este Chico Perro, un chaval al que le habían transplantado el corazón de, cómo no, un perro. Años después descubrí que su creador había sido Charles Burns. Y lo cierto es que los postulados estéticos de los primeros cómics que le dieron fama, como El Borbah o Big Boy, no son tan distintos de los que aparecían en los sketches de Liquid Television.
En fin, a menudo salen cosas maravillosas de la unión de seres humanos y perros. Que la supersitición y la estrechez de miras del obispo de Málaga no le permitan apreciarlas no significa que haya que renunciar al derecho a disfrutar de ellas.
Asombrado por tu BUEN GUSTO Y SABIDURÍA DE LA BUENA, DE LA QUE NO ESTÁ EN LOS LIBROS.