Las aventuras editoriales de los bros Hernández (II)

penny century

¿De dónde sale todo el desbarajuste con los cómics de los hermanos Hernández que comenté en el post anterior?

Supongo que parte del lío viene por el modo en que se han ido publicando estos cómics en Estados Unidos. Hasta mediados de los 90 los bros publicaban sus historias en su propia revista, “Love & Rockets”, así que era sencillo seguir la pista de lo que hacía esta gente: había una colección única y no había lugar a dudas sobre qué se publicó antes y qué iba después. Cuando la revista cerró, sus obras se fueron disgregando y se perdió la estricta ordenación que habían seguido hasta la fecha. Al mismo tiempo se empezaron a reeditar sus historias viejas, lo que en las librerías empezaron a convivir nuevos lanzamientos con otros que no lo eran tanto.

Pero buena parte de la culpa se la tenemos que echar a La Cúpula, que nunca se ha molestado en dar información a los lectores sobre la fecha de edición original de las historias, su ordenación cronológica o simplemente si cada publicación llevaba material inédito o era una reedición. Tampoco han intentado dar un formato homogéneo a los cómics, así que en mi estantería conviven cómics de los bros de todos los tamaños, con lomo, grapados, algunos tienen tapa dura…

Todo esto denota una cierta improvisación, una falta de planificación editorial. Supongo que es un reflejo de la evolución de la industria española del cómic durante las últimas décadas, y por extensión se puede decir que también de las costumbres de los lectores. Las primeras páginas que aparecieron de los bros en España lo hicieron a finales de los ochenta en las páginas de El Víbora; por aquel entonces los cómics adultos (ejem) rara vez se dejaban ver más que en las páginas de revistas de corte erótico, lo que les condenaba invariablemente a la marginalidad. Por cierto, poco después se publicaron “Mechanics” (1990), “Las mujeres perdidas” (1992) de Jaime Hernández, que no mencioné en el anterior post porque nunca llegué a comprarlos y ni siquiera los he leído enteros. Hace ya bastantes años que son inencontrables en las librerías.

Jaime

Jaime Hernández, el maestro de marionetas en «Satiricón», creado mano a mano con su hermano Beto.

A mediados de los noventa, con el boom de la así llamada cultura alternativa, La Cúpula se lanzó a dar una mayor difusión al cómic no erótico pero destinado al público adulto, así que los bros Hernández pasaron a contar con colecciones propias en nuestro país, al igual que sucedió con otros autores a los que hasta entonces solo se les podía encontrar en las páginas de El Víbora, como Peter Bagge, Charles Burns o Daniel Clowes. Así llegó la época en la que por apenas 300 pesetas uno se podía llevar a su casa 50 páginas de cualquiera de estos genios.

Al cabo de unos años las editoriales vieron posibilidades de negocio dentro del mercado de los lectores adultos: gente interesada en la literatura o el cine serio pero que hasta entonces había despreciado al noveno arte por considerarlo demasiado frívolo o demasiado radical. Para llegar ahí hacía falta llegar a los expositores de las grandes librerías, y eso no solo exigía que las editoriales ampliaran su catálogo con obras maduras (y así es como llegó el boom de los cómics ambientados en países del tercer mundo, de obras autobiográficas centradas en dramas familiares y en general de muchas cosas muy parecidas y que en demasiadas ocasiones acercan peligrosamente al mundo de la literatura de autoayuda), sino también abandonar el formato pobre de revistas y comics books. Así que pronto se impusieron las ediciones lujosas para las novedades, al mismo tiempo que llegaba una fiebre por las reeditar materiales ya existentes con un aspecto más saludable.

throwing muses - limbo

Ilustración de la portada del disco «Limbo», de Throwing Muses, por Beto Hernández

Esta tendencia se ha impuesto en los últimos años y ha dignificado el mundo del cómic, además de conseguir que el gran público tenga acceso a un puñado de grandes obras. Pero da la impresión de que las editoriales han actuado sin atender criterios artísticos ni la opinión de los lectores. El precio medio de los cómics se ha disparado, al mismo tiempo que las tropelías editoriales como las que hemos visto con la obra de los bros se han vuelto desgraciadamente frecuentes. En pocos años el cómic ha pasado de ser una especie de literatura popular a convertirse en un objeto de lujo.

Y, claro, en época de crisis todo son lloros y lamentaciones. Pero a veces cuesta mucho sentir compasión por compañías que han maltratado durante tanto tiempo a sus clientes más fieles.

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