En el expositor de cómics destacados de la Biblioteca Central de Cantabria siempre se pueden encontrar dos tomos de la retrospectiva de “Little Nemo in Slumberland” publicada por Norma editorial. Pocos cómics habrá que se merezcan más ocupar ese lugar de privilegio que el clásico de Winsor McCay, pero lo cierto es que si están permanentemente expuestos ahí es porque son tan grandes que no hay espacio suficiente para colocarlos en ninguna otra estantería. De hecho, son muy raras las ocasiones en que algún usuario los toma prestados: a nadie le apetece ir a casa con un ejemplar de esa magnitud bajo el brazo.
En los últimos tiempos algunas editoriales han comenzado a reeditar cómics en gran formato, esto es, recuperando el tamaño grande de las planchas originales. Así, en librerías serias se pueden encontrar bonitas ediciones king size de Tintín, Corto Maltés, Watchmen… son ediciones lujosas de obras selectas, que no están destinadas a un público casual pero que sí tienen cabida tanto en las colecciones de los fans más completistas como en las de los estudiosos del arte. Yo no me considero un estudioso de arte y como coleccionista sistemático soy un poco desastre; además, es difícil que en el piso de una persona con un salario corriente haya sitio para ejemplares de este calibre, y en caso de mudanza se convierten en un verdadero engorro. Por todo esto suelo huir de este tipo de ediciones. Entre mi colección de cómics, el volumen de mayores dimensiones es la “Biblioteca de Novedades Acme” de Chris Ware; a pesar de las molestias que me causa tener algo del tamaño de un códice en mi estantería, estoy contento de poseerlo por su carácter de obra excepcional, que perdería mucho de su significado si se publicara en otro formato. Pero ahora mismo no tengo espacio en casa para otro ejemplar de esas características.
Uno de los grandes tomos de Little Nemo junto a Tóxico de charles Burns y Escenas de un matrimonio inminente de Adrian Tomine, que sirven de referencia para calcular el tamaño.
En cualquier caso queda claro que, con sus pros y sus contras, las obras en gran formato merecen existir. El problema viene si uno piensa en adquirir algún ejemplar del pequeño Nemo en un formato más ergonómico. En ese momento me pongo a hacer memoria para recordar cuándo fue la primera vez que este cómic pasó ante mis ojos, y me viene a la cabeza cuando lo tomé prestado de alguna biblioteca pública hace ya dos décadas -de hecho recuerdo que la curiosidad me entró después de probar el juego de este personaje en la NES-, y me doy cuenta de que desde entonces no se ha publicado ninguna otra edición en castellano más que la de Norma. Así que si a día de hoy alguien quiere hacerse con una edición en castellano de este imprescindible de la historia del cómic no le quedará más remedio que pagar los 120€ que cuesta cada uno de los dos volúmenes. Creo que no hace falta explicar que es difícil encontrar una explicación a algo así.
Otra moda editorial que no me gusta es la de las ediciones integrales de colecciones o artistas en un único tomo. Al menos aquellas que superan la barrera de, pongamos, las quinientas páginas. ¿Los motivos? Son pesados, son incómodos de leer, suelen deteriorarse mucho más rápidamente que cualquier otro cómic y presentan tal acumulación de contenidos que el lector pierde su interés por ellos. Yo me crié en el mundo de los comic books de 32 páginas, así que al leer tomos así siento como si estuviera consumiendo cómics a granel. Me recuerdan a los tomos japoneses de manga tipo listín telefónico: semanarios que recopilan historietas de decenas de autores en tochos de cientos de páginas de papel de baja calidad, ideales para leer en el metro de camino al trabajo y terminar la semana en el cubo de la basura. Solo que este formato de usar y tirar aquí es empleado para publicar ediciones de lujo.
Comparado con los tomos de Cerebus, El Capital de Karl Marx parece una lectura bastante ligera.
Supongo que a cualquiera que suela ojear las novedades de las librerías especializadas le habrán venido a la mente varios ejemplos de esto que comento. Personalmente, la edición que más me ha intimidado ha sido la de los tres tomos que recopilan las historias del personaje Cerebus. Le sigue muy de cerca la reedición integral de Sin City de Frank Miller en dos tomos de más de 700 páginas cada uno, con el borde de las páginas en negro que recuerda a la Biblia satánica de Anton LaVey. Aunque hace poco se me cayó el alma a los pies con una supuesta edición integral (aunque no lo sea) de las aventuras de Luba, el personaje de Beto Hernández, en un voluminoso tomo con el borde de las páginas en amarillo (!). Aunque para explicar mínimamente las tropelías cometidas en la edición española de las obras de los bros Hernández se necesita un post aparte, que quién sabe si será el siguiente…
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