Cada mes, el programa de radio Noche de Rock selecciona un disco clásico, al que se le presta una atención preferente en la emisión semanal y se le dedica una reseña en la página web. Desde hace unos años he colaborado ocasionalmente con NdR (de hecho hay un post de este blog dedicado a algunos de los textos que tengo publicados en su web), y en ocho ocasiones han contado conmigo para redactar sendas reseñas de clásicos. Y este post va dedicado a hablar un poco sobre ellas.
Escribir sobre discos míticos puede ser algo bastante bonito: es la ocasión de explicarle al mundo lo que conoces y sientes acerca de unas canciones con las que has convivido durante largo tiempo. Además, en la confección de este tipo de textos no se suele trabajar presionado por las prisas indigestas con que se devoran los discos cuando toca criticar una novedad. Habrá discos clásicos que gusten más o menos, pero generalmente el redactor ya les ha escuchado hasta la saciedad. Por eso, solo será necesario repasarlos lo justo para poner en perspectiva los recuerdos que se guardan sobre ellos.
Sin embargo, también hay una parte un poco incómoda de escribir sobre clásicos. Es muy probable que los lectores también hayan escuchado esos discos hasta la saciedad. Limitarse a reproducir una serie de datos y anécdotas que la audiencia se sabe de memoria (o que puede descubrir en un vistazo rápido a Youtube y a Wikipedia) es un coñazo que supone una pérdida de tiempo para todos. Afortunadamente, existen diversas maneras de lograr que un texto de este tipo recupere algo de interés. Una es centrarse en relatar la experiencia puramente subjetiva, a base de repasar recuerdos o anécdotas personales vinculadas a ese disco. Si la anécdota es suficientemente buena -o el redactor sabe contarla con gracia- es fácil que salga algo interesante de ahí. Lo malo viene cuando el que escribe tiene poca gracia (en cuyo caso la reseña siempre será un coñazo, cuente lo que cuente); cuando se centra tanto en hablar de sí mismo que se le olvide contar nada acerca del disco; o, como me ha sucedido con estos casos, cuando no encuentro experiencias vitales lo suficientemente interesantes como para que no estorben dentro de la reseña de una leyenda.
Así que a la hora de acometer estos textos suelo agarrarme a un enfoque, digamos, más técnico. Trato de documentarme todo lo que puedo (en este post ya hablé sobre este tipo de trabajo heurístico), para después organizar toda esa información de manera que propicie reflexiones secundarias sobre el significado del disco. El objetivo es no limitarme a hablar de los aspectos sonoros, sino también hacerlo sobre la relevancia que ha tenido esa música dentro de un contexto cultural y social más amplio. A veces sale bien y a veces no (sobre todo cuando uno olvida que es un mero plumilla, no un catedrático de teoría de la estética), pero hay que probar.
Por otro lado, en ocasiones toca explicar las bondades de un disco a un público que no es receptivo a su sonido. Buena parte de la audiencia de NdR son seguidores del Metal, del Progresivo o del Rock Duro tradicional. En este contexto, explicar qué es lo que hace de Run DMC una banda importante se convierte en un reto: ¿cómo lograr que los lectores no abandonen antes de terminar el primer párrafo? Pues bajándote del pedestal y poniéndote en el lugar de un lector que piensa que el hip hop es una basura y que quien le diga lo contrario será un payaso. Quizás la clave no esté en convencerle de que deba consumir algo que le resulta desagradable, sino en explicarle por qué el gusto de los millones de personas que adoran ese disco es tan legítimo como el suyo. Y para que esto resulte creíble hará falta una buena dosis de autocrítica: a veces cuesta admitir que tanto el tamaño de mi opinión personal como el de la leyenda sobre la que hablo es mucho más canijo que lo que a mi ego le gusta creer. Pero también supone un ejercicio de aprendizaje bastante útil.
En fin, basta ya de teoría. Estos son los enlaces a las reseñas en cuestión, ordenadas por antigüedad. La primera, la de la Velvet, es de 2011. La última, la de The Clash, es del mes pasado. Bon profit!
–The Velvet Underground – The Velvet Underground & Nico
The Velvet Underground eran cuatro personajes de pinta extraña y costumbres peligrosas que a mediados de los sesenta vivían en Nueva York y hacían música rara. Andy Warhol, siempre en busca de freaks a los que explotar, se topa con ellos y se convierte en su manager; pero piensa que el grupo necesita una imagen con gancho, así que les trae a la supermodelo alemana Nico para que cante con ellos. Con la formación ya completa, Warhol envía al grupo de gira por los Estados Unidos y consigue que el sello Verve, especializado en jazz, publique su primer álbum en 1967.
http://www.nochederock.com/discosclasicos/detalle.php?id=68
-Hüsker Dü – New Day Rising
El tercer LP de Hüsker Dü se publicó en enero de 1985, seis meses después de la salida de “Zen Arcade” (1984) y nueve meses antes de que viera la luz “Flip Your Wig” (1985). El trío minneapolitano lanzó nada menos que seis discos en cinco años, uno de ellos doble. Y lo mejor es que, en un derroche de creatividad envidiable, mantuvieron un nivel altísimo en todos sus trabajos.
http://www.nochederock.com/discosclasicos/detalle.php?id=95
-Nine Inch Nails – The Downward Spiral
“The Downward Spiral” es, simple y brutalmente, un descenso a los infiernos de la ultraviolencia, la adicción, la depresión, la autoagresión y, para rematar, el suicidio. Como si fuera una adaptación musicada de la tradición teatral del “Grand Guignol”, suena como una visita a una cámara de los horrores en la que sádicos mecánicos se afanan en perpetrar las torturas más abyectas.
http://www.nochederock.com/discosclasicos/detalle.php?id=97
-Mogwai – Young Team
La intención de Mogwai era redefinir EL SONIDO. Su obsesión era dominar todos los elementos que lo componen para dotarlo de nuevos significados. Expresar violencia a través del silencio, y que el ruido se muestre lleno de ternura. ¿Y eso cómo se consigue? A base de jugar con la dialéctica entre la calma y la furia. O, dicho en lenguaje más técnico, poner la dinámica en el centro de la composición.
http://www.nochederock.com/discosclasicos/detalle.php?id=103
-Godspeed You! Black Emperor – Lift Your Skinny Fists Like Antennas to Heaven
La música de GYBE funciona como recreación sonora de su visión del mundo, en la que el autoritarismo, el militarismo y la religión imponen una tensión asfixiante y casi siempre terrorífica. Y para describir algo tan complejo, la paleta de estilos a la que recurren es amplia, así que cada movimiento fluye entre el rock clásico, el ambient, el noise, el shoegaze o la música de conservatorio.
http://www.nochederock.com/discosclasicos/detalle.php?id=108
-RUN DMC – Raising Hell
Y esta fórmula pronto se vio replicada en temas tan memorables como el “Fight for Your Right” que Beastie Boys lanzaron en 1986, o “She Watch Channel Zero” de Public Enemy, que en 1988 incluía samples del “Angel of Death” de Slayer. El caso es que el encargado de la producción de todos esos temas (sí, también del “Angel of Death”) fue Rick Rubin. Y todos ellos salieron publicados en Def Jam, el sello que Rubin había fundado junto a Russell Simmons, a la sazón hermano de Run, uno de los dos MCs del grupo. Si es que el mundo es un pañuelo.
http://www.nochederock.com/discosclasicos/detalle.php?id=114
-Public Enemy – It Takes a Nation of Millions to Hold Us Back
A lo largo y ancho del disco retumban cientos de fragmentos sin acreditar de la más diversa procedencia. Muchos provienen de la tradición de la música negra, pero por ahí anda incluso el riff de “Angel of Death” de Slayer en “She Watch Channel Zero?!”. Entre todos dan forma a una pesadilla sonora de funk apocalíptico. Como si James Brown bailara sobre discursos de Malcolm X. Como si Mohamed Ali boxeara a ritmo de John Coltrane. El sello de identidad de Public Enemy es un horror vacui acústico que golpea los oídos del oyente hasta dejarlo k.o.
http://www.nochederock.com/discosclasicos/detalle.php?id=120
-The Clash – London Calling
The Clash tampoco pretendían exponer un programa político estructurado y articulado. Lo suyo era una llamada a la acción mucho más primaria, que trataba de sacudir y emocionar al oyente más que ofrecerle respuestas claras. Porque, seamos serios, resulta muy difícil entender qué pretendían contar en la letra de “Spanish Bombs”, pero no por ello la canción es menos emocionante.
http://www.nochederock.com/discosclasicos/detalle.php?id=133