Las declaraciones que hizo este martes el director de la Dirección General de Tráfico no han dejado de colear en redes sociales y medios de comunicación. Para el que no lo recuerde, Gregorio Serrano se ha visto cuestionado por su ausencia durante el temporal de nieve que dejó atrapadas a miles de personas en la autopista AP-6. Ante la tormenta de críticas, el director de la DGT contestó que fue capaz de gestionar lo sucedido desde su casa en Sevilla porque cuenta con una buena conexión a internet que le permite realizar cualquier trabajo desde cualquier parte. Me alegro por él, y siento mucha envidia de su conexión. Porque, desde que me vine a Lleida, cada vez que me siento a hacer mis cosis (redactar textos, organizar música para pinchar y tal) sí que echo de menos mi oficina de toda la vida. Vamos, lo que era mi casa en Santander.
Voy con un ejemplo. Hace unos días me han encargado un texto sobre el London Calling de The Clash. No es algo que me esté resultando difícil, ya que me sé el disco de memoria y controlo la biografía del grupo y su contexto cultural al menos para poder opinar con un mínimo de criterio. También cuento con una conexión a internet que me permite echar un ojo a páginas web interesantes y a otros recursos que tengo almacenados en eso que popularmente se conoce como la nube. Sin embargo, cuando me he sentado a escribir sobre él he echado en falta tener a mano unas cuantas cosas.
- El disco físico. No tanto para escucharle (eso puedo hacerlo gracias a Spotify) como para consultar su libreto. Vamos, ver en los créditos quién se ha encargado de componer o de tocar cada parte, comprobar detalles sobre la grabación, o simplemente contemplar los garabatos que creo recordar que aparecían en el poster interior.
- El tocho rosa de The Clash. No os hacéis a la idea de la cantidad de datos triviales, cotilleos y fotos chorras del grupo que aparecen aquí. Creo que ese tipo de superficialidades son necesarias si se pretende dotar a un artículo de un mínimo de profundidad.
- Libros genéricos sobre historia de la música. Los típicos libros que repasan la historia del punk, la historia del rock, o que proponen listas con los discos esenciales de la década o del género que toque. Por lo general este tipo de obras de referencia se limitan a repetir tópicos sobre el tema que nos interese; pero a la hora de hacer consultas rápidas me resultan infinitamente más fiables que Wikipedia, que es un coladero de bulos y errores de bulto.
- Artículos en revistas especializadas. Me gusta buscar ahí informaciones más específicas: discografías completas comentadas, artículos sobre temas transversales, entrevistas a implicados en el disco o incluso a otras personas relevantes que exponen su opinión sobre este…
- DVDs sobre el tema. Tengo por ahí Vida y muerte de un cantante, el maravilloso documental que dirigió Julien Temple sobre Joe Strummer, y Quiero tener una ferretería en Andalucía, el que Carles Prats realizó sobre la estancia de Strummer en Granada. Que sí, que seguro que están disponibles en Torrent, pero me resultaría mucho más cómodo contar ahora mismo con la copia original encima de mi mesa.
Estoy seguro de que mi artículo sobre London Calling quedará bastante molón, porque yo valgo para eso y para mucho más. Pero me va a resultar difícil quitarme de encima la sensación de que si tuviera a mano todo el material que acabo de comentar el resultado podría ser mucho más chulo.
Y esto que comento me ha sucedido casi con cualquiera de los textos que he intentado escribir en los últimos meses. Cuando me siento delante de mi portátil echo mucho de menos mis libros, mis cómics, mis cds y mis dvds. Y la pantalla tocha de mi ordenador de sobremesa. Y la impresora. Y también los manuales de estilo y redacción periodística. Y, por supuesto, bajar al bar y poder intercambiar opiniones con el comité de sabios que son mis amigos de allí. En realidad, ninguna de estas cosas son imprescindibles para trabajar como redactor. Pero sin ellas siento que mi trabajo es un poco más pobre.
En fin, que es posible que el director de la DGT sea un tío sincero y eficiente -no como el caradura de su superior, el Ministro de Fomento Íñigo de la Serna- y que haya podido cumplir con su misión a pesar de encontrarse a cientos de kilómetros de distancia. Por eso envidio su superconexión a internet. Aunque, ahora que lo pienso, si su conexión es tan buena, ¿por qué no se queda siempre en su despacho de Madrid y atiende sus cosis de ocio por vía telemática?
Tremendo Caneda. Y fino. De enmarcar. Jajajaja
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