Primavera Sound 2019 – Crónica

Primavera Sound 2019

Pues ya está. Por fin he ido al Primavera Sound, que ya era hora. Todavía sigo un poco en la nube, que todo lo que pasa ahí dentro es MUY FUERTE. Antes de que el recuerdo de todo se vaya diluyendo, he escrito todo lo que se me ha venido a la cabeza en varios posts en el foro de Al Norte del Norte. Y como quien no quiere la cosa me ha quedado material como para un post gigante, que es lo que va a aparecer en las próximas líneas.

Lo que más he echado de menos ha sido a todos los amigos que después de estar ahí fijos durante siglos este año se han dado de baja. Que vale que al final lo más normal es perderse de todo el mundo y ver el concierto con el primero que te encuentras por ahí, pero sobre todo a última hora, cuando se pierden los papeles y no queda más remedio que entregarse al pogo beodo o el perreo duro, mola hacerlo en cuadrilla. El año pasado tenemos estar ahí todos juntos dejándonos los pulmones cantando a Pavement, sí o sí.

Coincido en casi todo lo bueno que se suele contar acerca del festival. En cuanto a organización, me parece una heroicidad hacer que todo funcione como funciona. Masas gigantescas de gente moviéndose en todas direcciones mientras apenas percibes sensación de agobio. Muchos baños, y sensación de que nada están muy sucios ni rotos. Todo está hipermercantilizado, está claro, pero exceptuando algún detalle concreto (el Pull&Bear) la sensación es que las marcas están presentes de forma relativamente discreta, que no invaden el espacio que debe ocupar la música ni la diversión.

Sobre la música, el sonido en todos los escenarios por los que pasé fue excelente. Y eso que estuve en sitios variados y escuché sonidos de todo tipo, pero todo sonaba como un tiro.
Sobre la programación de artistas, después de todo lo que he visto, me reafirmo en que ha sido un cartelazo. Vale, yo me hice mi ruta de conciertos, pero tengo la sensación de que cada día me podía haber probado hasta dos rutas más de bolazos tremendos sin repetir ni un solo nombre. Vamos, está claro que el PS ha iniciado un cambio hacia otro modelo de festival, pero creo que lo ha hecho con el mayor respeto posible hacia su propia trayectoria. Por eso, a pesar de que ahora vagan por el recinto legiones de fans de Rosalía o J. Balvin, el que lleva asistiendo decenas de ediciones se lo puede estar pasando tan bien como en cualquiera de los años anteriores.

¿Las cosas malas? Pues bebida y comida a precios que no proceden, al mismo tiempo que ves a los trabajadores sobreexplotados. A mí que me ha tocado hacer ese curro en bastantes ocasiones se me caía el alma a los pies viendo a los camareros de las barras.Y también me sentaron basatante mal algunos gestos muy muy feos que vi a alguno de los seguratas en los controles de las entradas (y eso que a mí me dejaron pasar todos los días sin mayor complicación); total, para que al final siga habiendo robos de carteras y móviles.

Bueno, paso a comentar los conciertos.

Miércoles

Un poco sobre la marcha surgió la oportunidad de acercarnos un día antes de que arrancara lo gordo de la programación, así que allí me planté. Era en el propio recinto del Parc del Fòrum, aunque solo estaba abierta la zona de la entrada con el Pull&Bear (sí, había una tienda entera ahí plantada) y demás puestos de merchan, la zona de comida de al lado, y el escenario Primavera. No era gran cosa, pero por lo menos así pude reconocer un poco el terreno y ponerme la pulsera sin hacer ni un minuto de cola.

Meuko! Meuko!: dos canciones vi. Apenas me dio tiempo a darme cuenta de que tenía aspecto de japonesa y que hacía música electrónica con pinta bastante oscurota que parecía interesante, pero la comento por ser lo primero que vi del PS 2019.

Big Red Machine: Justin Vernon de Bon Iver, los hermanos de The National, Julianne Baker y otra amiga haciendo coros borrachas y un par de músicos más que no sé quién serían, subidos todos juntos en el mismo escenario. A mí me pareció como una jam a base de improvisar con indie rock, bases raras y autotune. La verdad es que no soy gran fan de ninguno de ellos por separado, así que tampoco tenía pinta de que la suma de sus partes me fuera a matar. Al final, a ratos me pareció curioso y la mayor parte del tiempo un poco aburrido.

Jueves

Aquí es cuando empieza lo serio. Visto todo ahora que ha terminado, pienso que no estuve acertado en todas las elecciones sobre los conciertos que fui a ver, sobre cómo organicé mis tiempos o sobre cómo dosifiqué mis fuerzas. Pero bueno, es lo que tiene ser novato en un festival tan complejo como esto. Aun así, si tengo en cuenta que para mucha gente la jornada del jueves le resultó un poco floja, pienso que posiblemente no lo hice tan mal.

Alice Phoebe Lou. Es superpequeña y parecía superfeliz. El concierto me pareció muy chulo, con banda guay con trompetas y todo, que hace que las canciones que ya molan mil en disco suenen jodidamente maravillosas.

Dream Wife. A TOPE de power. Insultantemente jóvenes y macarras, eran un derroche de potencia y actitud a medio camino entre el hardrock y el rollo riot grrrl. Esto lo programan en un Azkena y pone firme a todo el personal. Se me caía la baba mirándolas.

Shonen Knife. Señoras punk todo majas. Puede que el repertorio se quede un poco plano, pero las ves ahí saludando al público en plan madre y comentando cosas tan poco rockeras como lo que más les gusta de comida japonesa y española, y es imposible no quererlas muchísimo.

Danny Brown. Hip hop extremo. Brutalidad a base de subgraves y ritmos que más parecen de grime que de rap norteamericano. Pogos y wall of death, como si estuvieran tocando en el Resurrection. Eso sí, terminó 10 minutos antes de la hora, así que no dio tiempo a ver más de 15 minutos de actuación, que, eso sí, fueron una salvajada.

Clario. Flojita. Bien pero se me quedó como música de fondo, para descansar y saludar gente. No sé, quizás es que yo tenía el día macarra y no estaba para estas sutilezas, pero no fui capaz de estar concentrado en ella ni un par de minutos.

Stiff Little Fingers. Dieron un conciertón como solo puedes dar si tienes un repertorio lleno de miticadas. Hubo pogo permanente desde la primera hasta la última canción. Sobre si un festi pijo como este es el mejor sitio para ver a un grupo punk… Yo digo rotundamente que sí. Estoy un poco harto de encontrarme con conciertos o festivales punk en los que la producción es paupérrima o el sonido es más que deficiente, y pienso que a menudo esto no responde a un espíritu punk sino a un cierto desprecio hacia las bandas y hacia su público. En el Primavera este concierto se sacó adelante con el mismo cariño con que se hizo el de cualquier otra superestrella gordísima. Vamos, sonido brutal, puntualidad, lo que viene a ser un concierto bien hecho.

Nas. Hip hop rollo 90s hardcore, a ratos bastante cabezón, así pesadete, y en algún momento más molón. Por un lado, en su repertorio están algunos temas imprescindibles en la historia del hip hop, capaces de engorilar a decenas de miles de personas. Por otro, la puesta en escena era bastante austera, así que los que no tenemos un nivel perfecto de inglés ni somos puristas del hip hop creo que nos estábamos perdiendo bastantes matices de un espectáculo basado en su mayor parte en las letras y en la manera de recitarlas. Y eso se notaba en la ingente cantidad de guiris que había viendo el concierto que estaban disfrutando de lo lindo mientras que la minoría que éramos el público nacional nos encogíamos un poco de hombros.

Carcass. Chun chun chun. Son uno de los grupos que me abrieron las orejas al metal extremo en mis años de instituto, así que tenía que verlos sí o sí. Me moló que apenas se detuvieron en el repertorio más melódico, y centraron el 90% en la tralla pura y dura. Mereció la pena de sobra.

070 Shake. Parece un niño, y además tiene voz de chavalín. Hace un hip hop rollo así comercial con bases chulas (se nota por ahí la mano de Kanye West en algunas producciones), pero la propuesta en general tampoco me mató.

Dirty Projectors. Los discos de este grupo me suelen resultar espesísimos al oído, y en principio este concierto no se encontraba entre mis prioridades. Pero en este festival muchas veces toca cambiar planes sobre la marcha e improvisar, y en este caso fue un acierto. Me pareció un concierto precioso de pop finísimo, bonito y muy bien tocado por una banda cojonuda. Después de esto, prometo revisar sus discos con mejor ánimo.

Terminados los DP, se me presentaba un vacío de casi una hora antes de las siguientes cosas que me interesaba ver, y además me quedé descolgado de mi gente. Para rematar, me crucé con la actuación de Charlie XCX y se me vino el mundo abajo. Tenía muchas ganas de ver tanto a FKA Twigs como a Nitzer Ebb o a Nina Kraviz, pero opté por huir cobardemente al hotel y reservar fuerzas para los días siguientes, que se prometían muy largos.

Viernes

Antes de entrar al recinto ya me planteé que tocaba hacer algunos cambios de estrategia respecto a la ruta del día anterior. Por un lado, decidí que tocaba salir a ver mundo: el viernes me atrincheré en la zona baja de los escenarios Adidas, Pitchfork y Rayban, pero ya había llegado el momento de comprobar qué se estaba cociendo en el resto del festival. Por otro, preferí que era mejor no volverme loco peleando contra los solapes e intentando ver muchas cosas, y me propuse ver enteros los conciertos que me estuvieran molando. El resultado de estas decisiones fue que, a pesar de estar más horas en el recinto, terminé viendo el mismo número de grupos que el jueves. Pero si tengo en cuenta que pillé conciertos que me gustaron mucho más (la primera jornada se me quedó un poco a medio gas), he de concluir que aproveché mejor el tiempo en todos los sentidos.

Julia Holter. En algún momento había que estrenar el Auditori Rockdelux, y creo que acerté de pleno con el concierto que escogí para tal menester. Qué monumento a la sutileza y a la perfección, y qué cosa tan emocionante. Yo creo que mojé el ojo en todas y cada una de las canciones del repertorio. Supongo que si no ha salido destacado en todas las reseñas será porque el recinto no estaba a reventar (coincidía con cosas como Sons of Kemet o Beak>, que también eran apuestas muy serias), pero para mí este ha quedado como uno de los grandes recuerdos que me llevo de estos días.

Janelle Monàe. Pues ya puestos a ver mundo, emprendí mi camino hacia Mordor. Yo creo que a la primera ya cogí el truco para disfrutar los conciertos en esa zona: llegar a coger sitio como mínimo con 15-20 minutos de antelación y meterse al corralito de delante, en algún punto en que se pueda ver correctamente lo que sucede en el escenario sin tener que mirar a las pantallas de los laterales. Eso, y olvidarse de beber y de ir al baño durante toda la actuación, pues cuando se pierde un sitio es casi imposible de recuperarlo. Puede parecer un gran sacrificio, pero merece la pena muchísimo si al final se disfruta de conciertos como el de Janelle. Fue un espectáculo superlativo en cuanto a voz, repertorio, coreografías y visuales. JM lanza discursos de empoderamiento como mujer, como negra, como lesbiana, como sufridora de Donald Trump. Maneja su propia presencia,como un cuerpo capaz de convertirse en una máquina de baile, en la Reina del Planeta Negro del siglo treintaypico, en un sexo andante… En fin, ha sido un espectáculo sobresaliente, tanto si pienso en el conjunto como si cojo cualquiera de los elementos por separado. Las comparaciones son odiosas… pero pienso que esta mujer ya tiene más que ganado su sitio en el panteón de los grandes de la historia del pop negro.

Suede. Hit tras hit, ¿Para qué queréis más? Brett Anderson tiene 52 años, pero te canta So Young y te crees que le van a pedir el dni en el super cuando va a comprar litros. Después de lo de Janelle el riesgo de bajona era muy alto, pero a mí me pones a corear un Animal Nitrate y se me pasan todos los males.

Low. Qué cosas tiene el Primavera. En cualquier otra circunstancia, lo que hizo Low el viernes quedaría clavado en el nº 1 de todas las listas de los mejores directos de 2019. Pero lo ves ahí, y se te queda simplemente en “otro más de los momentos históricos de la jornada”. El repertorio se centro en material del último disco, y ni se molestaron en rescatar miticadas de épocas anteriores. El grupo tocó en la penumbra, a contraluz, con Mimi sentada a la batería, que yo diría que siempre la he visto de pie. Y desde ahí se dedicaron a ejercer un control del sonido, del volumen, del ruido, del silencio, de la intensidad, de las emociones, que no tiene ningún otro grupo al que yo haya visto en directo. Solo con ver a las miles de personas entre el público que guardaron un silencio absoluto durante toda la actuación ya resultaba impresionante. Pero es que lo que hacen es como un bofetón con el que te quitan la borrachera y te dejan hipnotizado durante todo el tiempo que les dé la gana. Imperiosos.

Kate Tempest. Empecemos por lo malo: me resultó un concierto demasiado denso para la hora que era. Supongo que después de flotar Low necesitaba alguna cosa más alegre para aligerar la presión y bajar al suelo del fiestote que es el Primavera Sound. Y a la 1 de la madrugada ya no me quedaba capacidad de atención como para seguir el hilo de las parrafadas de esta mujer. Aún así, las bases ya bastaban para pegarse unos buenos bailazos, y la presencia escénica de Kate es acojonante. Ella sola en un escenario en penumbra, con su sombra proyectada sobre el fondo, escupiendo letras sin parar hasta quedarse sin aliento… bueno, espero poder cogerla en alguna otra ocasión porque verla en un concierto a ella sola en una sala promete ser una cosa muy jarta.

Lisabö. Si lo de Kate Tempest era mucha densidad, ya no os cuento lo de Lisabö. De todos modos, después de haberles visto en sala hace un mes me quedé con la sensación de que tocando al aire libre y en medio de todo aquel desmadre no conseguían concentrar la presión como ellos saben. Después de media hora me marché de allí en busca de nuevas emociones.

Jungle. No les tenía nada fichados, y flipé un poco con que hubiese tanta gente pendiente de ellos. Baile divertido, sin más.

Robyn. Mordor es tan gigantesco que desde mitad de la campa casi no había manera de enterarse de lo que estaba pasando sobre el escenario. Vamos, estuve allí mirando un poco el percal, pero casi que como si me hubiera quedado en la zona de foodtrucks. Si lo comento es para poner un punto de comparación respecto a los otros conciertos que vi desde el corralito de los escenarios de Mordor, que me resultaron impresionantes. Vamos, que mucha gente de cuyo criterio confío me contaron que, visto de cerca, lo de Robyn fue maravilloso, mientras que yo ni me percaté de nada. En fin: que para ver las cosas a medias, mejor ni molestarse en darse el paseo hasta allá.

Kokoshca. A partir de cierta hora la programación del festi se vuelve un desmadre creciente que invita a entregarse al baile, pero se echa mucho en falta algo para los que quieren continuar escuchando temazos. Supongo que por eso el pequeño escenario de Heineken se convirtió en una bombonera, y no quiero ni hacerme a la idea de cuánta gente ni siquiera consiguió entrar al así titulado ”homenaje a las Grecas”, que al final fue una juerga padre con la rumba flamenca como excusa. Kokoshca empezaron con “Mi consentido” de su propio repertorio, y después ya fueron cayendo miticadas de Las Grecas, Los Chichos, Los Chunguitos, Bambino… Mientras tanto por el escenario fueron desfilando palmeros de excepción como Jota Planetas, Adri Pantera, el de 107 faunos… ¿Os acordáis de los tiempos en los que yo cerraba las pinchadas locas en el Metropole con alguna barbaridad de Los Amaya o de Los Calis? Pues esto es parecido, y me pareció un broche inmejorable para una jornada de conciertos digna de enmarcar.

Sábado

Después de dos días a fuego, las fuerzas se van agotando, los cuerpos se van resintiendo; pero, a pesar de eso, no sé cómo leches fuimos capaces de llegar al recinto a las 17 de la tarde. El caso es que aunque a esa hora tan temprana ni siquiera había terminado la etapa del Giro, la entrada al recinto ya estaba a topísimo de público. Gracias al combo Rosalía + J. Balvin (más el resto de decenas de nombres en el cartel, claro está) esta se convirtió en la jornada del Primavera Sound con más asistentes hasta la fecha. Y a pesar de ello, como ya comenté más arriba, la sensación de llenazo solo la noté en detalles muy puntuales. Por lo demás, me quedé con la misma impresión de comodidad que el resto de días. Bueno, sí que hay una cosa que me resultó incómoda: las colas para la comida. Da igual que hubiera decenas y decenas de foodtrucks de todo tipo, que era casi imposible conseguir nada sin esperar al menos el tiempo que viene a durar medio concierto. Y eso sucedió los tres días. Yo, que no suelo ser partidario de tirar mi vida esperando en colas, dos de los días me conformé con un perrito infame (que eran los únicos puestos en los que apenas había que esperar) y otro ni me molesté en ingerir más que un minibote de Pringles, que al menos sí los servían en las barras de bebida.

Cariño. Para la hora que era y el tipo de propuesta que presentan (grupo nacional a un nivel todavía bastante de andar por casa) me pareció que es estaba exageradamente petado de público entregado. No sé, creo que ponerlas en un escenario donde he visto arrasar a adolescentes como Dream Wife o Haru Nemuri tampoco las hace mucho favor, y que solo sirve para que queden a la vista las costuras que tiene el directo del grupo. Hay que ponerse un poco las pilas, chicas, si queréis llegar algo más lejos que tocar en las fiestas gratis que monta Radio 3.

Haru Nemuri. Apunte para futuras ediciones del PS: hay que ver todo lo japonés que programen. Haru Nemuri tocaba a una hora un poco tonta, y conseguí arrastrar a un puñado de amigos a los que les pillaba de primer concierto del día. Todos salieron flipados. La propuesta es sencilla: bases pregrabadas a mitad de camino entre el jpop y el noise, y en medio del escenario una chiquilla que parece salida directamente de un cómic de Junji Ito. Ratos de candidez turbia con bailecitos aparentemente inocentes saltaban sin aviso a voces guturales de niña demoniaca con blast beats de fondo. Qué carácter, la virgen.

Built to Spill. Los vi tumbados en la hierba, con toda la calma del mundo. Hacía sol y buena temperatura. A mi alrededor están sentados muchos con pinta de llevar al menos una decena de ediciones del PS a sus espaldas. Algunos incluso están ahí jugando con sus hijos. También están pululando gentes que perdían el tiempo mientras se acercaba la hora de los nombres gordos de Mordor. Y otras personas se van dirigiendo al puente que sale de una esquina del recinto del Escenario Primavera y que conduce al Bits, la zona de electrónica y trap. En general todo el mundo que veo va bien vestido, y la mayoría del público es muy guapo (excepto los guiris, que no). Y de mientras, Built to Spill se tocan entero el Keep It like a Secret. Joder, el grupo está a un nivel alucinante, se están marcando un concierto que es una pasada. Me parece que nunca se les ha valorado todo lo que se merecen. Y, por lo demás, tengo la sensación de que el Primavera Sound es un sitio maravilloso.

Shellac. Tercera vez que les veo. Como son unos vagos y apenas publican material nuevo se puede decir que el concierto es casi igual que las otras veces, pero también es todo diferente cada vez. Un poco como en Haru Nemuri, me acerqué con varias personas que no tenían ni idea de quién es Steve Albini ni de qué va esta banda. Pensaban quedarse un par de temas y terminaron hasta el final porque estaban flipando. Por sonido, por temazos, por haberle dado la vuelta al rock y por las ganas que le ponen en seguir siendo los putos amos, Shellac continúan estando muy por delante de casi todos los demás. Por cierto, apenas un par de horas antes del concierto el batería estuvo dando un taller infantil de percusión. No quiero ni imaginarme qué va a ser de esos niños a partir de ahora.

Rosalía. Me acerqué a Mordor solo por fisgar un poco el ambiente, y terminé colándome en un sitio relativamente aceptable en medio del corralito delantero. Y la verdad es que no me arrepiento. Estaba todo preparado para que este se convertiera en uno de los momentos estelares del festival, y lo que vi creo que estuvo a la altura. El espectáculo que monta está a un nivelón estratosférico, con una coordinación entre música, coreografías y visuales que deja sin palabras. En lo puramente musical ahí estaba su voz, acompañada de un coro flamenco, de James Blake (que salió a acompañarla en “Barefoot in the Park), y de esa persona que mueve los hilos del sonido desde un costado del escenario. De pronto me acordé de aquellos tiempos en que flipábamos con los directos de El Guincho, el tío con seis brazos que con sus locuras prácticamente nos obligaba a bailar la conga. Y me he dado cuenta de que lo que está haciendo con Rosalía es prácticamente la continuación natural de todo aquello. En fin: me lo gocé muchísimo. He oído unas cuantas críticas que dicen que el concierto no está a la altura de Solange o de Janelle Monáe, pero me parecen una pérdida de tiempo pensar en esos términos. No ha habido en la historia de la música española una carrera tan metéorica y tan firme como la de esta chica, y me parece que dejarse llevar por el haterismo es una pérdida de tiempo. Yo prefiero dejarme sorprender, porque de momento parece que tiene potencial para ofrecer sorpresas durante una buena temporada.

Jarvis Cocker. La hora y pico que me pasé parado, de pie y sin hidratarme durante Rosalía de repente se me vino encima. Renuncié a ver a Neneh Cherry principalmente porque en el Escenario Pitchfork no tendría donde sentarme, y me fui al Rayban ver a Jarvis Cocker de lejos, pero al menos tirado en unas gradas. El repertorio actual de JC no lo controlo casi nada: creo que solo reconocí el «Running the World” que tocó para terminar. Aun así, Jarvis corriendo por el escenario, posando subido a los monitores o interrogando desde el foso a la gente que estaba apoyada en las vallas de la primera fila es cosa digna de ver. Como dicen por aquí, n’hi ha per lloguer cadires.

Primal Scream. Me llevé un chasco tremendo. Y eso que parte del público pareció disfrutarlo de lo lindo. Un amigo me decía que lo único que pasaba es que yo ya estaba muy cansado. Quizás fuera solo eso, pero yo creo que hubo mucho más. Las bases electrónicas han desaparecido de casi todos los temas que las usaban (excepto de “Swastika Eyes”). La guitarra sonaba floja, sin veneno. La nueva bajista le pega duro y saturado de fuzz, pero se come el sonido de casi todo lo demás. Las canciones ya no suenan ni a New Order ni a MC5 ni a Kraftwerk ni a nada de lo que me flipaba de ellos. El repertorio es glorioso, eso sí, pero a mí “Miss Lucifer” o “Accelerator” no me gusta que suenen a grupo tributo a los Rolling Stones.

Stereolab. Pues en este hat trick británico noventero que me metí para celebrar la final de la Champions los claros triunfadores fueron Stereolab. Sonaron brillantes, conjuntados como un puto reloj, dibujando espirales de ácido sobre el pop más cándido. Tenía muchas esperanzas puestas en ellos, y consiguieron hacerme feliz.

Danny L Harle. En este punto la noche se torció. Mi intención era acercarme al Bits a perrear (o intentarlo, que estaba ya hecho un cromo) con dj Playero; pero había tanta gente tirando hacia allá que a ratos cortaron el acceso. El caso es que por cosas de la vida acabé en Pitchfork viendo a la muchachada ya todo perdida, botando con el homenaje al sonido Pont Aeri que se marcó el muchacho. Que yo entiendo que el revival del gabber y el progressive está llegando y a la gente le mola hacer el cenutrio, pero es que se cascó un repertorio casi clavado al que escucho cada finde en el cierre de La Boite, la discoteca de mi barrio. Y yo esperaba que en el PS se lo curraran un poco más. En fin.

Modeselektor. Mi plan para esa hora era partirme el lomo el homenaje a Los Saicos que Mujeres iban a cascarse en el escenario Heineken, pero otra vez ese espacio se llenó antes de la hora y en esta ocasión fui yo uno de los muchos que nos quedamos fuera. Intentamos entrar al sitio pequeño de electrónica oscura al lado del Pitchfork (¿puede llamarse Ray Ban Studios? Nadie parecía tener claro el nombre), pero los de seguridad también cortaron los accesos. Así que no quedó más remedio que arrastrar mi dolor de espaldas a Modeselektor. Por un lado estuvo bastante guay: su repertorio en directo suena duro de cojones, rollo hard techno, y a esas horas el cuerpo me pedía algo así. Por otro lado, un live de electrónica siempre es una cosa un poco sosa de ver, los visuales que llevaban eran bastante discretos, y los intentos de la pareja por animar al público daban bastante penuca. Vamos, el momento en que Flohio salió a acompañarles creo que fue el único en que mereció la pena mirar al escenario. Por otro lado, los últimos diez minutos de concierto me parecieron un tanto bajoneros. En fin, estuvo guay pero no terminaron de petarlo.

Finalmente, las sustitutas de Coco en el cierre en el Rayban fueron dj Rosario & Sama Yax, que como era de esperar tiraron de éxitos un poco chusteros. A esas horas ya estaba fundido y, la mayoría de conocidos se habían retirado a sus aposento, así que decidí que ya tocaba marchar. Me hubiera gustado vivir uno de esos finales épicos que todos me habéis contado con la gente agarrada a las vallas para que los seguratas no les echen y el after chino petado de socialités, pero no pudo ser. Pero bueno, después de más de tres días viviendo en un limbo y teniendo en cuenta que me quedaba casi media hora de caminata para llegar a la cama, creo que tampoco hacía falta forzar la máquina más.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *