Por diversos motivos, Carmen de Mairena es un personaje que siempre me ha fascinado. Por eso, el subidón al ver que Blackie Books publicaba un libro sobre ella fue máximo. La pena es que al leerlo se me ha bajado la ilusión: se ha desaprovechado la oportunidad de escribir algo muy grande. Seguid leyendo que ahora os explico el porqué.
“Resumiendo, al final Carmen no ha venido a mi presentación y encima me he metido en un proyecto que me va grande: su biografía”
Pág. 36
Al poco de empezar el libro Carlota Juncosa admite sentirse insegura con el material sobre el que está trabajando. Desde luego, se trata de un gesto de honestidad. La autora aborda el libro como una crónica de su intento de construir un relato sobre Miguel Brau/Carmen de Mairena. Pero el personaje central queda desdibujado. Y no precisamente por el aspecto feísta de las ilustraciones que ocupan buena parte del libro.
Cuando Carlota contacta con Carmen para entrevistarla (a principios de la presente década), esta tiene 79 años, lleva una buena temporada prácticamente desaparecida de la vida pública y su deterioro físico y psíquico ha hecho estragos en su vida. Vamos, que Carmen de Mairena es una sombra de lo que fue en sus tiempos de freak en Crónicas Marcianas, y sobre todo de sus inicios como cantante en los años sesenta. La Carmen anciana vive en un estado de indigencia en el que la autora apenas encuentra ninguna conexión con la relativa fama que alcanzó años atrás. ¿Realmente no la hay? Más bien me inclino a pensar que, tal como ella misma admite, Juncosa no es demasiado hábil a la hora de documentarse sobre el tema que está tratando, de sacar provecho a una entrevista en profundidad, ni de componer un relato interesante a partir de toda esa información.
Por el contrario, la biógrafa llena páginas y páginas hablando sobre su experiencia personal, su percepción de lo que se va encontrando y la manera en que todo esto enlaza con episodios de su propia vida. Así siento que estoy conociendo más detalles sobre su vida que los que me gustaría. Y en ese sentido me llama la atención el momento en el que la autora admite que tampoco Carmen confía en ella.
-
“También es en ese momento en el que constato que mi presencia para ella es el de una panoli que no se entera de nada. Me parece bien”.
Pág. 200
No tengo muchas referencias sobre Carlota Juncosa más allá de lo que cuenta sobre sí misma en estas páginas. Por eso me da miedo emitir juicios que seguramente tengan más de prejuicios que otra cosa. El caso es que me da la impresión de que falla de mala manera a la hora de ejercer de observadora participante. La superan los miedos a la hora de enfrentarse al entorno tan complicado en el que vive Carmen. Y desde ese entorno también se la ve como un individuo ajeno, por lo que las personas que aparecen en el libro rara vez se manifiestan ante ella con naturalidad, sin forzar su personaje.
Entonces, si falla como biografía ¿en qué se queda este libro? Pues en un relato entretenido y ligero sobre una mujer que trata de escribir un libro. Que, como ya he contado alguna vez por aquí, estoy un poco agotado de este tipo de testimonios autobiográficos; pero supongo que existe un público al que aún le interesan este tipo de cosas, así que me parece muy correcto que se publique y se disfrute de un material de este tipo.
Sin embargo, me da rabia que no se haya llegado a arañar más que la superficie de una historia que da para mucho, mucho más. El actual ambiente entre la opinión pública mayoritaria de relativa tolerancia hacia lo LGTB se asienta en gran medida sobre una negación de buena parte de su historia reciente de estos colectivos. Se suele reivindicar a los mártires foráneos (Alan Turing, Harvey Milk, Stonewall), y a los homosexuales patrios cuando estos son respetables (desde Federico García Lorca hasta Gloria Fuertes). Pero, como si rara vez se profundiza más en el tema. Como si todavía persistiera la hipócrita moral llena de pudor y autoritarismo que reinaba en época de Franco.
El concepto de exclusión social se convierte en un eufemismo poco eficaz a la hora de definir la realidad cotidiana de detenciones policiales, humillaciones públicas, palizas, agresiones sexuales en la que vivían unas personas que a menudo terminaban sumidas en infiernos de alcohol, drogas y prostitución. En ese entorno se encaja la extravagante figura del travesti que tantas risas provocaba cuando yo era pequeño, y que las sigue provocando ahora que ya no soy tan pequeño.
Por otro lado, Carmen de Mairena también es un producto del viejo barrio del Raval. Gracias a la magia del turismo desbocado y de la gentrificación, en apenas un par de lustros el barrio chino de Barcelona ha pasado de ser un escenario de película de terror a parecer un display gigante de Mr. Wonderful. El universo cuqui ha decidido que es mejor olvidar ese paisaje humano que ensucia su utopía kawai. Aunque sea esencial para entender cómo la ciudad ha llegado a convertirse en lo que actualmente es. Como el que se avergüenza de que le vean cuidar de su abuela enferma de alzheimer.
El libro tampoco termina de mojarse con el tema del estado de abandono en el que se encuentra una parte importante de la tercera edad. Y también pasa un poco de puntillas por delante de aquellos que en algún momento se han aprovechado de las miserias de Carmen de Mairena. Todos estos asuntos se van apuntando en diversos pasajes del libro… pero casi siempre terminan en cuanto la autora vuelve a lamentarse porque las cosas no le salen.
En fin, si hay alguien interesado en estos temas solo se me ocurre recomendar el artículo “Grandes y enormes transformistas” que apareció en el número 38 del fanzine Mondobrutto (otoño 2007). La reseña que aparece en el índice es elocuente: “Del Mariscón del Paralelo a Chumina Power. Un loco repaso a la hisotria oculta del transformismo español y la reasignación de sexos”. A tope de power.
Pingback: Fabiografía, de Fabio McNamara (y Mario Vaquerizo) - Spam de AutorSpam de autor