En los últimos años, el precio de la cultura se ha disparado. El IVA cultural y el descenso del consumo de este tipo de productos por la crisis han forzado una subida de precios que parece difícil de contener. Además, buena parte de la población hemos visto cómo nuestros ingresos se iban reduciendo, con lo que en cualquier caso contamos con menos margen para gastar en artículos que no responden a las necesidades básicas de alimento o vivienda. Así que, al menos mientras no nos decidimos a dar el gran paso de destruir el sistema capitalista y terminar con la era del terrorismo del dinero, hay que resignarse a aceptar que no está la cosa como para derrochar en caprichos. Aunque estos sean el alimento vital para el alma.
Aun así, hay situaciones que claman a los cielos. Siempre han existido artículos de lujo, pero que estos se manifiesten entre los ítems de lo que se suponía que era la cultura popular es un poco cruel. En los últimos años la tendencia editorial de recortar tiradas, rebajar la calidad de la edición e hinchar los precios empezaba a ser llamativa, pero en 2015 me he topado con tres casos que me han resultado especialmente sangrantes.
“Yeah! Yeah! Yeah!: la historia del pop moderno” por Bob Stanley. Ed. Turner.
Además de tocar con St. Etienne, Bob Stanley lleva décadas ejerciendo como periodista musical. Hace tres años publicó en el Reino Unido este prolijo repaso a los momentos más importantes de la historia del pop, y este se convirtió en un pequeño hito en la literatura musical. Estaba apuntado en mi lista de deseos desde hace tiempo, y me había fijado en que la edición inglesa de bolsillo suele estar disponible por unos 13€. Cuando vi que iba a parecer una edición traducida al castellano me alegré bastante, hasta que descubrí que esta iba a costar 34,90€. Efectivamente, 20€ más cara que la edición guiri.
Lo de los altos precios en la literatura musical tampoco es una novedad. Por ejemplo, “Retromania” de Simon Reynolds se publicó en castellano por 30€; “Post punk” del mismo autor, a 35€ ; o “Rat Girl”, la autobiografía de Kristin Hersh, que salió a la venta por 27€. Pero esto no es consuelo. Son libros demasiado caros.
“Gogo Monster”, de Taiyô Matsumoto. ECC ediciones.
Hace años que Taiyô Matsumoto lleva cosechando elogios entre aficionados de todo el mundo como uno de los autores más interesantes del llamado manga alternativo, pero en nuestro país su material hasta ha pasado un tanto desapercibido. Por eso me alegré cuando el pasado otoño aparecieron traducidos casi al mismo tiempo “Sunny” y “Gogo Monster”. El primero abre una serie de seis números con un formato y precio no muy diferente al de otros mangas (tapa blanda, 214 páginas, 12,95€). Lo sorprendente ha venido con el segundo, un tomo de 472 páginas a 27€. Una operación mental rápida diría que todo está correcto: doble de páginas, doble de precio. Pero no. A medida que aumenta el número de páginas, los costes de producción se reducen, por lo que la curva de subida de precios no debería ser constante. Pero es que además la calidad de la edición es muy pobre. Un papel tan ligero y unas tapas tan blandas no justifican un precio tan alto.
Me ha dado por comparar con la edición en inglés y veo en Amazon que se puede conseguir por 28€. Vale, esa es más cara. Pero es que es una edición en tapa dura, y que además tiene 624 páginas, esto es, 150 más que la española. ¿Pero qué tipo de locura es esta?
“Escultor” de Scott McCloud. Planeta Cómic.
La trilogía que conforman “Entender el cómic”, “La revolución de los cómics”, y “Hacer cómics” es un clásico incuestionable. Por eso, y porque tampoco se prodiga mucho en novedades, el anuncio del lanzamiento de una nueva obra de Scott McCloud siempre levanta bastante expectación. La cosa es que esta es un tocho de 496 páginas en edición lujosa, que sale por 35€. Casi 6000 de las antiguas pesetas. Y en este también he encontrado una opción más barata en el mercado inglés: 22,35€, 2000 pesetas menos.