Hace unos meses que se publicó “Babel”, el tomo con el que se cierra la saga de Las aventuras del Capitán Torrezno. Supongo que no haga falta recalcar el carácter extraordinario de esta colección (que por algo le valió a su autor, Santiago Valenzuela, el Premio Nacional de Cómic en el año 2011), pero en cualquier caso, ya que me ha dado grandes satisfacciones (y también algún que otro disgusto) no voy a perder la ocasión de dedicar un post a hablar sobre esto.
Para los no iniciados, toca comentar que la saga del Capitán Torrezno sigue las aventuras de un castaña de bar de viejos que por causas misteriosas se ve atrapado en una civilización en miniatura, levantada entre cajetillas de ducados, botellas de coñac y demás basura a tamaño gigante apilada en un sótano. Torrezno terminará por convertirse en un importante caudillo dentro de un mundo lleno de fantasía épica e intrigas políticas a lo Juego de Tronos. Qué leches, mejor que el timo de Juego de Tronos.
Porque hay varios detalles que convierten a esta serie en algo excepcional.
- Se trata de un cómic con una enorme personalidad, que se aparta de la mayoría de los grandes vicios editoriales que están matando de aburrimiento a los lectores de toda la vida. Efectivamente, esto no es una autobiografía ni una fábula de concienciación social chapas, ¡e incluso la edición resulta relativamente barata!
- Valenzuela se las ha apañado para crear un universo en el que la idiosincrasia española queda perfectamente reconocible. Ojo, que aquí no hay ningún atisbo de exaltación nacionalista, glorificación de un pasado militarista ni ranciedades de este tipo. Se trata de una especie de reivindicación de una serie de signos identitarios en cierto modo más propios de una clase social (la clase obrera) que de una simbología nacional como la que estamos acostumbrados a padecer.
- Es un cómic lleno de humor. Y de acción. Y ambas cosas me congratulan.
- El estilo de dibujo se aparta de las convenciones de la fantasía heroica para mostrarse aparentemente más cercano a la imperfección permanente de los cómics de autor. Pero a base de imaginación y de una sucesión de virguerías gráficas (porque, ojo, Valenzuela tiene una técnica que te cagas) consigue dotar a la narración momentos de una potencia visual increíble.
Pero el gran demérito de Las Aventuras del Capitán Torrezno es su dificultad para mantener el ritmo y la tensión narrativa. La saga consta de nueve tomos, de los que los seis primeros configuran un arco argumental cerrado, y los tres últimos el siguiente. El arranque de la saga (“Horizontes lejanos”, “Escala real” y “Limbo sin fin”) es excelente, y mantiene el tipo durante los cinco primeros tomos. Solo noté que por momentos el ritmo se resentía a la altura del cuarto y el quinto tomo (“Extramuros” y “Capital de provincias del dolor”), cuando los diálogos empezaron a alargarse más de la cuenta, al mismo tiempo que gantaban protagonismo tramas secundarias que no terminaban de apuntar hacia ninguna dirección.
Pero el gran desastre llegó con el sexto tomo, “Los años oscuros”, una especie de spin off a todas luces prescindible y que ni siquiera he sido capaz de leerlo entero. Un traspiés como este es de los que no hay manera de levantar. Y el problema se acentuó cuando a continuación apareció “Plaza elíptica”, que, pese a devolver el foco de atención a la trama principal, no terminaba de desatascar una narración que se había quedado atrapada en una maraña de diálogos que se eternizaban a lo largo y ancho de páginas y páginas no tenían pinta de llevar a ninguna parte. Como las peleas de Dragon Ball Z, solo que en este caso ni siquiera veías que las peleas fueran a arrancar.
Por fortuna, los dos últimos tomos (“La estrella de la mañana” y “Babel”) recuperaban la tensión y el ritmo perdidos, e incluso las tramas secundarias parecía que también se encauzaban y empezaban a resultar interesantes.
Pero de pronto todo terminó.
El final de la saga ha sido bastante brusco, y con él se han quedado descosidos ni se sabe cuántos flecos de la historia. Pero pienso que ha sido mucho mejor dejar zanjar así esta colección, en vez de extenderse en explicaciones que obligarían a añadir páginas y más páginas que posiblemente habrían terminado en una nueva decadencia de la saga. Así, Las Aventuras del Capitán Torrezno han terminado por todo lo alto, en uno de los mejores momentos de la serie.
En fin, ahora solo queda el vacío de no saber cuánto tardará en aparecer otra serie que me emocione como lo ha hecho esta. Cachis, Torrezno, te echaré de menos.
PD. Por cierto, hace tiempo que no hablo sobre atropellos editoriales, y no puedo dejar de reseñar que los coleccionistas de Las Aventuras del Capitán Torrezno hemos tenido que padecer una de estas incómodas situaciones. Así, con el séptimo tomo de la saga, Ediciones De Ponent decidió que ya había llegado el momento de que El Capitán Torrezno ganara un par de centímetros de anchura y otro par de altura. Una diferencia que no sirve para mejorar la lectura, pero que sí que consigue que no haya forma de cuadrarlo en la estantería con los seis tomos anteriores. Y Panini, quien se ha encargado de publicar los dos últimos tomos de la saga, decidió que merecía la pena continuar con este formato King Size Wannabe. Al final, lo dicho, el desmadre en la estantería nos lo comemos los aficionados. Los que ponemos la pasta para que la colección salga adelante. Señores editores, no sean tan egoístas y memoricen este lema: NO AL MALTRATO A LOS FANS.
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