En lo que llevo de año he aprovechado para salir unas cuantas veces para ver cómo es el mundo fuera de Cantabria, que es una cosa buena que hace tiempo que tenía un poco abandonada. Este último fin de semana he vuelto a hacerlo con la excusa de asistir al Festival Autoplacer de Móstoles (que fue una verdadera maravilla y que espero extenderme acerca de él en algún post más adelante). Pero además de esto también tuve tiempo para realizar todo tipo de actividades, desde consumir refrescos y comestibles en El Palentino hasta visitar una iglesia after hours. En general ha sido un fin de semana muy productivo, pero para lo que me interesa contar en este post me voy a centrar en uno de los grandes descubrimientos que he realizado: Las Rozas Village.
Es posible que muchos lectores ya conozcan este lugar, y que incluso lo visiten con frecuencia. Yo a veces tengo la sensación de que vivo en una realidad paralela a la de la mayoría de mis congéneres, porque hasta el pasado domingo nunca había tenido noticia de la existencia de este lugar, y eso que estaba repleto de gente. Por si queda alguien que no lo sepa, se trata de un centro comercial situado en Las Rozas, provincia de Madrid. En su página de Facebook se definen como “Spain’s leading luxury outlet shopping destination”, así que os podéis imaginar que prácticamente solo hay tiendas de marcazas de ropa a precio rebajjado.
Este enclave está diseñado como una ciudad idílica que imita la arquitectura del Londres floreciente de la era victoriana o de las prósperas ciudades de la costa este de los Estados Unidos a comienzos del siglo XX. El impacto de este conjunto limpio, luminoso y de colores pastel se vuelve si cabe mayor por el contraste con el infinito secarral marrón que rodea a este lugar, Esto convierte a LRV en una especie de oasis pequeñoburgés, un refugio donde saciarse de lujo y buen gusto en medio de la nada más absoluta.
El caso es que mientras caminaba por esas calles no dejaban de venirme a la cabeza imágenes de Bioshock Infinite.
Para los no videojuegueros, este título trata sobre un señor llamado Booker DeWitt que debe desfacer varios entuertos en la ciudad flotante de Columbia, una comunidad que en el año 1912 vive escindida de los Estados Unidos, asentada en un sistema de islas flotantes a miles de metros de altura. Este lugar presenta una apariencia de paz y bienestar, pero poco a poco se va desvelando que tras esa fachada se oculta una realidad disfuncional que va saliendo a la luz a medida que se descubre que una congregación de integristas religiosos ha lavado el cerebro a toda la población, además de algunas otras complicaciones que ahora no recuerdo. En general el argumento del juego desbarra de mala manera y el relato de los desastres de un mundo imperfecto es una excusa para mostrar el cúmulo de sandeces que los programadores tienen dentro de sus cabezas. Pero en el apartado visual el juego es deslumbrante (quizás el que más me ha impresionado en XBOX360), y me resulta increíble como representación de una sociedad disfuncional (además de que la idea de plantar el “God Only Knows” de los Beach Boys cantado por un coro de misa en una de las primeras escenas del juego merece toda mi admiración).
En Las Rozas Village no parecía que fueran a atacarme hordas de mostrencos mecánicos como los que salen en Bioshock Infinite (aunque sentí que esta amenaza era algo factible durante el rato que pasé en Heron City, el centro de recreo que hay pegado a LRV, pero esa es otra historia diferente). Pero LRV sí que me resultó inquietante como simulacro de un mundo feliz, como una especie de parque temático de la clase y la distinción en el que todos los horrores del neoliberalismo se ven sublimados en medio de una epifanía de consumo desenfrenado.
El caso es que mientras transitaba las calles perfectas de Las Rozas Village todavía resonaba en mi cabeza la música que Corte Moderno habían tocado el día anterior en el Autoplacer. Para los no iniciados, CM son un trío de Barcelona que se acercó a Móstoles para presentar en directo “Negociudad”, un proyecto multidisciplinar en el que parece que The Residents recrearan alguna de las obras didácticas de Bertolt Brecht. La obra funciona como un anacronismo irónico que surge de una revisión nostálgica de la era en la que la lucha de clases aún era tomada en serio y el arte era una herramienta real para la revolución, no un objeto de mero consumo confinado en el tiempo de ocio. Por cierto, hace unos meses apareció en la red «Multiverso«, un videojuego creado y musicado por Corte Moderno. Y con este detalle del videojuego se cierra el círculo de ideas que se produjeron el domingo en mi cabeza.
En fin, si el sueño de la razón produce monstruos, el sueño de una mala resaca durante un viaje a través de la meseta produce revelaciones como esta: en una época en que el cine, la literatura y los videojuegos se llenan de representaciones distópicas, no hace falta más que darse un paseo por Las Rozas Village para enfrentarse cara a cara con el terror. Merece la pena más que la sosería del Dismaland de Banksy, ya os lo digo yo.
Pingback: Distopías 2017Spam de autor