Sigo con el repaso a los libros que he leído durante los últimos meses. Ahora toca el turno de las novelas. Si los planes salen según lo previsto y no me traga un vórtice interdimensional hacia la zona negativa entre los conciertos de Pablo Alborán y Maldita Nerea, en los próximos días dedicaré un post a las monografías y otro a los cómics que han caído últimamente.
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Así es como la pierdes, de Junot Díaz
La novela repasa la pequeña saga familiar de un clan de dominicanos emigrados a los Estados Unidos. El nexo que parece unir a toda la familia viene a ser el fracaso amoroso, una constante con la que todos cargan a lo largo de unas existencias cubiertas por la sombra de la explotación laboral, el racismo y el drama de vivir en un mundo ajeno, y también por la incontinencia sexual que el autor achaca al pueblo dominicano.
Todo ello está contado con sensibilidad, humor y brutalidad a partes iguales. El libro me ha parecido bellísimo, y dado que Junot Díaz ya me deslumbró con la bárbara “La extraordinaria vida breve de Óscar Wao”, solo me queda decir que le veo como a uno de los escritores fundamentales de nuestra época.
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Los hechos del rey Arturo y sus nobles seguidores, de John Steinbeck
Me apetecía leer algo de espada y brujería, y que a ser posible no tuviera nada que ver con Juego de Tronos. Siempre he tenido curiosidad por los mitos artúricos y Steinbeck es Steinbeck. La apuesta apuntaba a un acierto seguro.
Pues no. El libro es aburridísimo. Me resulta difícil imaginar cómo escribir sobre este tema con menos gracia. Lo tuve que dejar por imposible algo así como a la altura de la página 150 (quedaban otras 250 por delante). Qué cosa más árida.
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Limónov, de Emmanuel Carrère
Creo recordar que terminé esta novela a finales de 2014, así que este libro es el que terminé hace más tiempo de cuantos estoy reseñando en este post. En cualquier caso es un libro magnífico, así que me parecía feo dejarle sin comentar por aquí.
Se trata de una biografía de Eduard Limónov, un señor ruso con una de esas vidas que se ajustan al tópico de que “parecen el argumento de una obra de ficción”: de poeta en la Ucrania soviética a tirado en Nueva York, de escritor célebre en París a líder Nacional Bolchevique en la Rusia del siglo XXI. No voy a entrar a repasar más detalles que a grandes rasgos se pueden encontrar en Wikipedia. El caso es que, más allá de anécdotas concretas, lo que Carrère cuenta me parece increíble, como excelente trabajo biográfico y también como símbolo de la demencia del devenir mundial durante el último medio siglo, un lugar loco, violento, contradictorio, en el que la biografía de un político ruso puede ser mucho más punk que la de los Germs.
Prácticamente al mismo tiempo que leía este libro se publicó por primera vez en España “Soy yo, Édichka”, uno de los varios volúmenes autobiográficos publicados por el autor. Me queda la curiosidad de comparar los textos del propio Limónov con el del propio Carrère, que al fin y al cabo está construido en gran parte a partir de lo que escribió el ruso.
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Viaje a la Alcarria, de Camilo José Cela
Un escritor carca (Cela) se va de viaje a un sitio carca (La Alcarria, una amplia región rural entre las provincias de Guadalajara, Cuenca y Madrid) en un año bastante carca (1952). Pero bueno, muchas veces me gusta consumir cosas carcas, igual que Cine de Barrio, la ginebra Gordon’s o los escaparates de la tienda Golf de Santander.
Al final esto es parecido a estos artículos de la Vice en los que mandan a alguno a algún sitio peculiar donde tampoco hace cosas muy interesantes, interesantes (la mayoría de las hazañas que Cela cuenta en el libro se limitan a comer, dormir y mantener conversaciones superficiales con paisanos con los que se cruza), y a la vuelta lo redacta en plan entretenido pero sin terminar de contar nada demasiado importante (las descripciones del paisaje y del paisanaje son demasiado sucintas como para poder inferir que en ellas había algún tipo de voluntad etnográfica o naturalista), pero a algún editor le parece bien publicarlo y acaba saliendo a la calle. A la postre este hombre ganó el premio Nobel, así que el texto parece que todo tiene más importancia que la que realmente tiene. ¿Qué pasará cuando los redactores de la Vice española empiecen a atesorar Premios Nobels?
Pero bueno, al menos el texto está bien redactado, es lo suficientemente corto como para que no de tiempo a aburrir, y de vez en cuando sale a relucir el típico humor celiaco a base de pedos, mocos y chistes verdes, que la verdad es que resultan agradables de leer. También incluye fragmentos de poesías que se le ocurren sobre la marcha al autor, que es de las cosas más kitsch que pueden existir.
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Dioses sin hombres, de Hari Kunzru
Se trata de una de esas novelas inclasificables en las que hay que hacer joviales piruetas verbales para definirla. Lo dejo en que es algo a medio camino entre la serie Perdidos, Encuentros en la Tercera Fase de Spielberg y Centauros del Desierto de John Ford. En fin, que se trata de un relato coral en el que personajes provenientes de lugares y épocas muy dispares confluyen en un lugar en medio del desierto en el que parece que se desdibujan las leyes que separan la realidad de los humanos de la de la divinidad.
Me ha parecido un gran libro a bastantes niveles. Me gustan bastante este tipo de obras que (como ya pasaba en “La extraordinaria vida breve de Óscar Wao” que mencioné antes) mezcla sin miedo géneros y registros narrativos, y no tiene miedo a incluir referencias culturales rabiosamente actuales. Me gusta sentir una cierta afinidad con un escritor que sé que escribe para la gente que le va a entender, del mismo modo que cada vez me agobian más los que buscan la intemporalidad, y parecen escribir pensando en los elogios que se le dedicarán dentro de 30 o 300 años.
Como curiosidad, comentar que llevo un año o así rastreando este libro en las tiendas de Santander y todavía no he visto ni un ejemplar en las estanterías.