Bastante gente afirma no haber dejado nunca un libro a la mitad, o haberlo hecho solo un par de veces. Cada cual lo justifica por un motivo distinto: porque nunca se sabe si lo bueno estará en la última página, porque uno termina todo lo que empieza, porque los libros son demasiado caros como para no disfrutarlos al máximo… Yo he de decir que en esta vida habré dejado decenas (bueno, más bien centenares) de libros sin haber llegado a la última página. Así que hoy escribo este post en defensa del acto de mandar al carajo un libro como demostración de respeto y reverencia a la literatura.
Me ha ocurrido ayer mismo con “La aventura equinoccial de Lope de Aguirre”, de Ramón J. Sender. No sé ya cuántos años llevaba con ganas de leer esta novela; supongo que desde que leí “Las inquietudes de Shanti Andía” de Pío Baroja, donde se dedica un capítulo a recordar la historia del gran traidor. Cuando años más tarde vi la película “Aguirre: la cólera de Dios” de Werner Herzog las ganas de leerlo crecieron. Pero, por un motivo u otro, nunca me había puesto con él hasta que hace un par de semanas lo agarré con toda mi ilusión. Una ilusión que se ha ido disipando desde que pasé de la primera página. Hasta que ayer por la tarde me senté a ver “Mi enemigo íntimo”, el documental que Werner Herzog dirigió para recordar su relación con Klaus Kinski, incluido el rodaje de la película sobre Aguirre, y me he dado cuenta de que en el libro había poco de lo que me hizo alucinar con esa historia. La película nace de la colisión de grandes fuerzas: los propios Herzog y Kinski, la selva del Amazonas, la música de Popol Vuh… pero el libro carece de esa fuerza explosiva. Tampoco tiene la concisión de Baroja, que es capaz de hacer que una historia contada en solo tres páginas se convierta en algo más grande que un mundo. En fin, me he dado cuenta de que me estoy forzando a mí mismo a leer algo que no me está satisfaciendo. Así que la solución es cortar por lo sano. Aunque lleve casi doscientas páginas leídas, me da igual. Aunque de chaval disfrutara a tope con otras novelas de Sender, como “Réquiem por un campesino español” o “El bandido adolescente”. Si todavía no he encontrado lo que buscaba, no me apetece alargar el sufrimiento.
No me convencen las dudas que comenté en el primer párrafo. ¿Y si lo bueno está al final? Pues sí, puede que la narración remonte el vuelo a última hora. Pero de momento me estoy aburriendo, y lo cierto es que se me ocurren otros diez o quince libros que me apetece empezar a leer ahora mismo. Soy de la opinión de que lo malo conocido puede ser una mierda, y regodearse en pasarlo mal con un libro entre las manos es una tontería.
¿Y si el libro es caro? Eso es más probable. A día de hoy los libros no son un artículo barato, y más desde la subida del IVA del año pasado, así que es natural que uno se lo piense dos veces antes de gastarse los euros en algo que a lo mejor tiene que dejar a la mitad. Por eso quizás la cosa no esté en lanzarse a la piscina; hay formas de plantear la lectura sin que resulte todo tan arriesgado. Existen las bibliotecas públicas para hojear lo que a uno le apetezca. Las editoriales más avispadas permiten descargar varias páginas de un libro para que uno se haga a la idea de qué es lo que va a encontrarse. Incluso, como proponía un profesor muy malo que me dio clase de literatura en el instituto, podemos echar una tarde en una librería leyendo unos cuantos capítulos de un libro antes de decidir si merece la pena pagar por él. También se pueden intercambiar libros en tu círculo de conocidos, con lo que los gastos se reparten. Todo eso, claro, siempre que no pases directamente a la descarga de libros por la cara.
Hay muchos libros en este mundo. Ninguno está escrito al gusto de todos, ni hay nadie a quien le vayan a gustar todos los libros que existen. Si un libro no te agrada, puede que simplemente no esté hecho para ti. O incluso puede que no te apetezca leer. Así que no te tortures. Seguro que tienes mejores cosas que hacer que sufrir leyendo un libro.
Muy de acuerdo con el artículo, es una pelea que siempre he tenido con mucha gente por esa idea a mi entender muy equívoca de que «los libros hay que acabarlos». No, si no te gustan las coles de bruselas no te las comes ¿verdad? Pues lo veo igual.
La literatura, el cine, la música… el arte en lineas generales creo que está hecho para el disfrute personal. Si en lo que estás ocupando tu tiempo no te hace disfrutar: deséchalo y a otra cosa. Por suerte, el mundo artístico es suficientemente amplio como para abarcar todo tipo de gustos.
Un saludo.