En 1990, el grupo de blues noise neoyorkino Pussy Galore publicó su LP “Historia de la música rock”. Tanto el título del álbum como la portada hacían referencia a la colección del mismo nombre que la editorial Orbis publicó en España a principios de la década de los ochenta. Si google no me falla (aunque la información que estoy encontrando al respecto no es demasiado clara), la colección constó de un centenar de discos (en vinilo o en cassette), que recopilaban canciones de otros tantos nombres notorios del rock, e iban acompañados de tomos con textos y fotos ilustrativos sobre la figura en cuestión. Hace ya bastante tiempo que la colección está descatalogada, pero seguro que a muchos todavía les resultarán reconocibles estos discos porque, dado que fue una colección bastante popular, a día de hoy es fácil encontrar ejemplares en las cubetas de los puestos de vinilos de segunda mano.
Pussy Galore se presentaban a sí mismos como parte de esa colección para dejar claro que su música entronca en el canon del buen rock. Su sonido era (y sigue siendo) pura transgresión, pero está construido a partir del conocimiento de lo que ha dado de sí el rock hasta la fecha. La revista Factory les definía así:
- “Pussy Galore fue la única banda norteamericana capaz de redimensionar, en pleno ocaso de los ochenta, el punk en unas coordenadas rabiosamente contemporáneas. En teoría, intentaban academizar su sonido partiendo de premisas clásicas (rythm’n’blues, sixties punk, rockabilly) pero su vergonzosa nulidad instrumental y su inexcusable falta de escrúpulos a la hora de forzar la cópula, contranatura y a tres bandas, entre “No New York”, “Songs the Lord Taught Us” (The Cramps) y “Exile on Main Street” (The Rolling Stones) los llevaría a publicar los más monumentales desastres sonoros que cabe imaginar, culminando su descerebrado proceso de inmolación a treinta años de rock con el definitivo “Historia de la música rock”, catastrófica síntesis de despropósitos musicales con que se despedirían del mundo de los vivos”
(Factory 11, julio-septiembre 1996).
En fin, que Pussy Galore reivindicaban su lugar en la historia del rock, pero no como salvadores de la tradición, sino más bien de carniceros que aniquilaban y descuartizaban lo que ahí aparecía.
No es la primera vez que se mostraban como herederos del espíritu de los grandes. Ya en “Exile on Main Street” (1986) regrabaron canción por canción el clásico de los Rolling Stones. O, más bien, desollaron el cadáver disecado de ese álbum. Cuando volvían la vista al pasado, el único objetivo de Pussy Galore era destruir lo que encontraran: después de escuchar sus depravaciones sonoras, no debería haber forma de volver a escuchar a los clásicos con los mismos oídos.
Y la gran pregunta… ¿por qué le dio a un grupo de Nueva York por usar un título y una portada que prácticamente solo va a reconocer el público español? Pues no tengo ni idea. Es posible que tenga algo que ver que Cristina Martínez (que posteriormente formaría Boss Hog), la esposa de Jon Spencer (guitarrista y vocalista de Pussy Galore) tenga ascendencia española. El caso es que siempre me he preguntado qué entendieron sus seguidores norteamericanos cuando vieron algo así…