Hace años que el conflicto palestino se convirtió en algo rutinario para los medios de comunicación mayoritarios, hasta el punto en que las noticias acerca de lo que allí sucede rara vez pasan de ocupar una posición secundaria en los informativos. De esta forma, la ofensiva que Israel tiene en marcha desde hace algunas semanas ha quedado relegada a breves reseñas que han aparecido después de las noticias sobre el Mundial de Fútbol, las elecciones primarias del PSOE, los debates sobre la independencia catalán, los encierros de los sanfermines o la inesperada presencia del calor durante las jornadas de estío. Poco importa que se trate de uno de los conflictos armados más dilatados de cuantos siguen activos en la actualidad, que la desigualdad de fuerzas resulte escandalosa o que se produzcan bajas civiles casi a diario. Así que llegados a este punto también debería ser noticia la inoperancia de Naciones Unidas y la pasividad de buena parte de la comunidad internacional. Y, por supuesto, la frivolidad y el cinismo del que hacen gala los que deberían encargarse de informar sobre lo que ocurre en Oriente Próximo.
Entonces, para alcanzar una imagen más nítida de lo que sucede entre Israel y Palestina, resulta útil acudir a testimonios que se apartan del periodismo tradicional, y entre ellas voy a hablar de las que han dibujado Joe Sacco y Guy Delisle. Soy consciente de que ya se ha hablado en demasiadas ocasiones sobre “Palestina”, “Notas al pie de Gaza” o “Crónicas de Jerusalén”. Pero si la carnicería humana persiste y cada vez se habla menos sobre el tema, supongo que sea porque no se ha prestado suficiente atención a obras como estas.
Joe Sacco es uno de las grandes figuras del cómic actual, y posiblemente el principal referente dentro del cómic periodístico (con permiso de Emmanuel Guibert). Incluso se ha hecho un hueco en los suplementos culturales de la prensa española, lo cual es un honor que hasta ahora solo está reservado a autores verdaderamente mediáticos. En el año 2010, con la excusa de la publicación en España de “Notas al pie de Gaza”, publiqué en Al Norte del Norte una retrospectiva de sus cómics. Es un poquito incompleta, pero pienso que al que aún no controle al autor le resultará bastante útil.
El asunto es que, como cuento ahí, dos de sus cómics más importantes (“Palestina” y el citado “Notas al pie de Gaza”) están dedicados a retratar el trabajo que Sacco ha realizado sobre el territorio del conflicto. Y, más allá de ser cómics de una calidad excepcional en términos meramente técnicos -tanto a nivel gráfico como narrativo- tienen el mérito de ofrecer una visión profunda y exhaustiva de la vida cotidiana en territorio palestino, a base de mirar a los ojos y detenerse a escuchar la voz de sus propios habitantes. Ahí es donde afloran sus luces, sus tinieblas y sus contradicciones, todas ellas oscurecidas por la sombra de la destrucción y la muerte a manos de la amenaza israelí que se cierne sobre ellos.
El canadiense Guy Delisle no ha alcanzado aún el nivel de popularidad de Sacco, pero sí que acapara cierta atención más allá del círculo cerrado de lectores habituales de cómics. Las obras que más fama le ha proporcionado han sido sus “diarios de viajes”: por distintos motivos, Delisle ha residido durante largas temporadas en lugares exóticos, y ha dedicado sus cómics a relatar esas estancias casi a modo de diario. La fama internacional le llegó con “Pyongyang” (la crónica del tiempo que pasó trabajando en Corea del Norte, a mi parecer su obra más interesante) y a partir de ahí también han aparecido, “Shenzen”, “Crónicas Birmanas” o, lo que aquí interesa, “Crónicas de Jerusalén”.
La esposa de Delisle trabaja para Médicos sin Fronteras, y este la acompañó durante el año en que fue destinada a Jerusalén mientras él se dedicaba a cuidar de sus hijos, a observar lo que veía por allí y a dibujarlo en lo que más tarde se convertiría en estas “Crónicas de Jerusalén”. El planteamiento de este álbum es bastante parecido al del resto de comic-diarios del autor, y lo cierto es que si ya se han leído otros cómics suyos todo termina por resultar un tanto rutinario: su estilo, basado en un dibujo esquemático y una narración un tanto plana, llega a resultar cansino cuando la historia se desarrolla a lo largo de más de 300 páginas, como en este caso. Por otro lado, Delisle suele intentar sorprender al lector con anécdotas amables, pero la mayoría suelen estar relacionadas con funciones físicas primarias (el autor tiene calor – frío – hambre – diarrea – etc.) que pronto dejan de resultarme cómicas.
El caso es que, a pesar de todo, “Crónicas de Jerusalén” ofrece un retrato singular de la convivencia en una zona de contacto entre comunidades judías, musulmanas y cristianas, que incluye imágenes reveladoras de la vida de los colonos judíos en Cisjordania, de los muros, las cámaras de vigilancia, los checkpoints y la obsesión intimidatoria que determinan los espacios y los tiempos de un lugar altamente militarizado. También se fija en los comportamientos de las delirantes –y extremistas- comunidades religiosas. Sobre esto, hace hincapié en la paradoja de que los judíos ultraortodoxos sean considerados como lunáticos por buena parte de la comunidad judía que habita dentro del estado de Israel, mientras que gozan de grandes simpatías dentro de los lobbies sionistas occidentales.
En fin, que la lectura de la obra de estos dos observadores privilegiados se complementa y es útil para tomar conciencia de la barbarie de un conflicto que hace demasiado tiempo que tomó la forma de genocidio que se recrudece al mismo ritmo que mengua su espacio en los noticiarios.