A lo largo de la historia del rock algunos músicos se han lanzado a reverenciar a sus artistas de cabecera, regrabando alguno de sus álbumes al completo. Esto requiere una implicación y un compromiso notablemente mayor que aquel que graba una versión de una única canción. ¿Ejemplos? Unos de los primeros en hacerlo fueron Pussy Galore, que allá por 1986 destrozaron tema por tema el “Exhile on Main St.” de los Rolling Stones. Beck, el tipo con una de las trayectorias menos convencionales que recuerdo, presentó hace un par de temporadas una serie de versiones propias de álbumes que iban desde el debut de The Velvet Underground hasta el “Kicks” de INXS. Mención aparte merecen Laibach, versioneadores compulsivos que recrearon en 1988 “Let it Be” de The Beatles, además de haber publicado albumes dedicados exclusivamente a versiones de canciones de corte marcial (“NATO”) o de himnos nacionales (“Volk”).
En España este tipo de homenajes no ha sido tan frecuente, aunque se me ocurren casos como el tributo colectivo que catorce grupos rindieron a “Un soplo en el corazón” de Family allá por el 2003. También ha habido experimentos con resultados catastróficos, como lo que hicieron The Radio Clash (especie de banda tributo formada por varios músicos del punk patrio) hace un par de años al traducir el primer disco de The Clash al castellano, o, peor aún, “Tommy Barón”, el recién publicado homenaje de Barón Rojo a la ópera rock “Tommy” de The Who.
En varias ocasiones se ha visto cómo música ruidosa es traducida a un lenguaje sonoro mucho más delicado. Mark Kozelek (el cantante y guitarrista que anda detrás de Red House Painters o de Sun Kil Moon) grabó el maravilloso “What’s Next to the Moon”, dedicado íntegramente a revisar canciones de AC/DC en clave folk. Jeffrey Lewis hizo lo propio con “12 Crass Songs” como homenaje a los padrinos del anarcopunk Crass, al igual que Japancakes con “Loveless” de My Bloody Valentine.
Y justo en esa línea estaría “Rise Above” de The Dirty Projectors, que es la excusa de este post. No tengo constancia de haber escuchado este disco cuando se publicó en 2007, así que ha sido toda una sorpresa descubrirlo hace unas pocas semanas. La sorpresa no solo viene porque el disco al que homenajea –“Damaged”, el primer LP de Black Flag– sea un disco de cabecera para mí, sino también por la forma en que lo reconstruyen. Si en su tributo al “Exhile on Main St.” Pussy Galore convertían las canciones en una masa informe de basura sónica, aquí los proyectores sucios invierten el proceso, de manera que el caos sonoro de Black Flag se convierte en una irreconocible colección de canciones de indi rock, con voces soul y todo tipo de delicados arreglos. Asombroso.