Desde que existen los djs (o lo que es casi lo mismo, desde que apareció el rock’n’roll) innumerables artistas han dedicado canciones a esa figura. Las más frecuentes serían las odas al rey de la fiesta al estilo del “Last Night a dj Saved My Life” de In Deep, el “God Is a dj” de Faithless, el “Music” de Madonna e incluso el “Aserejé” de las Ketchup.
En la dirección contraria estarían los artistas que muestran posturas más beligerantes como el reciente “Kill the dj” de Green Day (por cierto, vaya single más flojito se han marcado, ¿no?), el “DJ” que hicieron Dover unos pocos años antes de pasarse sin rubor a la electrónica más chabacana, e incluso los palos que le daba al pincha la protagonista del video de “Smack My Bitch Up” de Prodigy.
En la canción del donostiarra Giorgio Bassmatti el protagonista vendría a ser uno de esos sobre los que esta gente suele cargar sus iras. Esos djs amateur que llegan a poner música a pequeños pubs y encuentran con que dos de los tres canales de la mesa no funcionan, que el lector de cds es un poco analfabeto o que la etapa de potencia petó la noche anterior. Ese que se toma sus sesiones con más ganas que talento, como una misión evangelizadora a la que en el mejor de los casos el público nativo del pub responderá con extrañeza porque no entiende por qué hay que aguantar esa música tan rara en vez de su adorado “Mi realidad” de Lori Meyers, y si las cosas no se dan tan bien una legión de Morriseys tratará de lincharle mientras cantan
Hang the blessed dj
Because the music that they constantly play
It says nothing to me about my life